Aunque Berlanga nos dejó allá por 2010, su espíritu sigue más que vivo. Esta Españita nuestra desde hace unos cuantos años parece que se ha propuesto ensalzar el carácter y el tipo de personajes que tan lejos llevaron al genial director.
Un personaje que podría haber encajado en sus películas no es otro que el exministro José Luis Ábalos. Esta semana ha vuelto a las portadas a lo grande. Según ha informado Eduardo Inda en Okdiario, el exministro habría aparecido en el parador de Teruel en septiembre de 2020 acompañado de unas señoritas para pasar la noche. Los trabajadores del hotel le habrían dicho al periodista que las señoritas en cuestión abandonaron la habitación a altas horas y que la suite acabó destrozada.
Si no fuera porque cobra dinero público me haría hasta gracia. Esas historias de faldas y destrozos son propias de estrellas del rock. Por ello veo a Ábalos como nuestro último punk. Es ver a Johnnie Rotten tomarse un carajillo después de comer, a Joey Ramone siendo acompañado por su sobrina a una barrera de sombra. Tal y como él mismo dijo, de los vicios que se le achacan el único cierto es que le gusta bailar salsa.
Nuestro exministro, ahora diputado en el Grupo Mixto, es un hombre entrañable. Acompañó a su amiga Jessica en su graduación en calidad de tío: ¿De qué valen los éxitos si no se comparten con nadie? Orgulloso padre de un millonario propietario: ¿Quién no quiere ver triunfar a su hijo profesionalmente? Amigo leal: ¿Qué es un Quijote sin su Koldo Panza?
Si todo está podrido, ¿qué es una gota más en el océano? Las leyes están para cumplirlas salvo que tengas aforamiento. Las mujeres para respetarlas, siempre y cuando no acepten VISA. La vivienda es un derecho, sobre todo si eres el imán de SALT. El cine es libre y para todos, porque lo paga la España que se ducha.
La España del Régimen del 78 era esto. Un Estado que usa la ley contra sus ciudadanos, instituciones en venta, autoridades con millones enladrillados, políticos a sueldo del otro lado del estrecho, revolucionarios patrocinados por Santander, perros en carrito, niños en tubos de ensayo y abuelos desenchufados.
Ante esta decadencia, el poder la ha tomado con un inocente. Un romántico cuyo único pecado ha sido querer mucho y a muchas, un epicúreo, un caballero. Ábalos, en definitiva, es un Sid Vicious que canta al Fary y lleva pantalones de pana. Un político de los de antes en un mundo de corruptelas demasiado complejas y digitalizadas.