Dándole vueltas al germen que ha hecho estallar la mayor tormenta interna en un partido político que se recuerda en los últimos tiempos uno termina preguntándose, no sin perplejidad, a quién pretendían engañar.

Cuando Pablo Casado acude a los micrófonos de la COPE a erguirse como adalid de la ejemplaridad en su partido, ¿realmente hubo alguien que le creyó? ¿Si realmente te preocupa la ejemplaridad en tu partido, de verdad esperas seis meses cruzado de brazos esperando unas supuestas explicaciones que nunca llegan? Según el relato de Casado, a finales del pasado verano le remiten unas informaciones —de dudosísima procedencia— que señalan al hermano de la presidenta y, por ende, a la presidenta, en un presunto caso de corrupción. Si, como dice Casado, tantísimo le preocupaba la ejemplaridad, ¿de verdad alguien se cree que le pide explicaciones y se queda seis meses esperándolas sentadito sin hacer nada mientras pasea a la presunta corrupta por múltiples congresos del PP a lo largo y ancho de España y hasta le hace protagonista de una campaña electoral?

¿Lo peor? Que toman a sus votantes tan por idiotas que seguramente sí, llegaron a pensar que iba a colar, que Casado quedaría como el honorable de la película que solamente quería, pobrecito, despejar cualquier sombra de duda y sospecha bajo las siglas del PP y no, como evidentemente es, extorsionar a Isabel Díaz Ayuso con una información con la que creían tenerla bien atada. ¿Que haces algo que no nos gusta? Cuidado, querida amiga Isa, que tenemos lo de tu hermano.

Pero les ha salido el tiro por la culata. El desastre está siendo de proporciones desorbitadas. Han quedado al descubierto, frente al espejo. Por una parte, hay que alegrarse. Vaya por delante que humanamente compadezco en estos momentos a Casado, que creo sinceramente que se ha dejado llevar desde hace tiempo por un círculo tóxico que le ha ido comiendo la moral —el Pablo Casado que escogió a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso para dar la batalla cultural no puede ser ni es el Pablo Casado de ahora. Qué alivio que no vaya a ser ese Casado y su equipo testosterónico los que vayan a liderar la alternativa a Pedro Sánchez. El lado bueno de toda esta patética historia.

Por otra parte, el liderazgo de Ayuso sale reforzado de esta crisis. La gente la admira y la quiere porque, como repitió hasta la saciedad durante la pandemia, trata a los ciudadanos y, en definitiva, a sus votantes, no como idiotas sino como adultos. Cree en lo que dice y, sobre todo, habla claro. ¿Quién fue la que salió a cantar las verdades del barquero para poner luz y taquígrafos sobre la operación con la que la estaban intentado destruir? Ella. Y como se precipitaron los hechos a partir de ahí, ya es historia. ¿A quién pretendían engañar?