No nos cansamos de escuchar cuán indigno es que el Gobierno de Pedro Sánchez se apoye en un partido como Bildu para la gobernabilidad de España. Y bien dicho está, desde luego. Un partido que no es más que el brazo político de una banda terrorista que únicamente dejó de matar porque era lo que políticamente le convenía y que vive, plácida y orgullosamente, de los réditos de esas muertes. Bien muertos están pues, para ellos, porque, de lo contrario, no estarían donde están.

Siempre estará bien recordar la más absoluta amoralidad de un presidente del Gobierno de España que no sólo considera a Bildu un interlocutor válido como otro cualquiera, sino que lo trata como uno de sus socios preferentes para sacar adelante sus leyes.

Vayamos a la raíz del asunto. Mal está —muy, muy mal— que Sánchez les normalice de esa forma, pero no lo haría si ellos no estuvieran ahí. Si Bildu no fuera legal, si estuviera fuera de las instituciones, no existiría ese reproche —que, insisto, bien reprochado está— porque directamente no se tendría la posibilidad de pactar con este partido.

Y yo me pregunto, ¿por qué todos han abandonado esa batalla? Por supuesto que ilegalizar a Bildu es tarea de los tribunales, pero ¿por qué ningún partido lo promueve? ¿Es que, acaso, el resto del arco parlamentario también ha normalizado, aunque no lo equipare al resto de partidos, que Bildu se siente en el Congreso de los Diputados? ¿Por qué no ir a la raíz de la cuestión?

En la sentencia del Tribunal Constitucional en la que Bildu fue legalizado se dejaba una puerta abierta a una posible ilegalización a posteriori si el partido realizaba determinadas conductas como son el enaltecimiento del terrorismo, la humillación a las víctimas, la ambigüedad en la condena del terrorismo, los actos de exaltación que equiparen la violencia terrorista con la coacción legítima del Estado de Derecho, o la equiparación del sufrimiento de las víctimas con el de los presos de la banda condenados por actos terroristas. ¿Ha habido alguna de estas conductas que no haya hecho Bildu? La respuesta es no.

En este contexto, los partidos que tanto ponen el grito en el cielo porque el PSOE pacte con Bildu —a pesar de que Sánchez juró y perjuró antes de llegar a la Moncloa que jamás lo haría— deberían, además, actuar para tratar no sólo que Sánchez no pacte con ellos sino desterrarles de las instituciones, a las que han llegado abriéndose camino a base de tiros y bombas. Unos tiros y unas bombas de las que no se arrepienten porque sin ellas no estarían donde están. No demos por perdida esa batalla porque, de hacerlo, traicionaremos a esos asesinados, los héroes de España, que no deben ser un eslabón más del camino que tuvo que hacer ETA para llegar donde está hoy, sino los mártires de España, cuyo sacrificio salvó a la patria y acabó con los asesinos y con su proyecto político de destruirla.