Con motivo del 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco, han sido muchas las horas de televisión dedicadas al mencionado aniversario. En las que han aflorado, por supuesto, las voces de una multitud de antifranquistas. La extrema izquierda española suele repetir que el franquismo no terminó en 1975, porque es imposible que las élites del momento se acostaran franquistas el 19 de noviembre del 75 y se levantaran demócratas el día 20.
Algo de razón tienen. Pero no en lo que ellos consideran, porque es evidente que el franquismo terminó en 1975 y defender que el régimen actual es una continuación del franquismo es propio de personas con escasa capacidad intelectual. Pero es cierto que en las horas posteriores a la muerte de Franco hubo mucho franquista reconvertido en demócrata. Concretamente, buena parte de la actual izquierda española. Fueron muchos los que colaboraron de una forma u otra con el régimen anterior y una vez muerto Franco pasaron a engrosar la lista de los autodenominados progresistas.
Sin ir más lejos, TVE organizó un especial desde el Pazo de Meirás —acto revolucionario donde los haya— con motivo del 50 aniversario de la muerte del que fuera jefe del Estado. Entre los tertulianos se encontraba Nativel Preciado, erigida actualmente como portaestandarte del progresismo patrio. Si uno analiza la biografía de Preciado, podrá apreciar que comenzó su carrera como periodista en el diario Arriba. Nada más y nada menos que el diario oficial de Falange.
Caso llamativo también es el de Fernando Ónega, individuo que podría decirse sufre complejo de perchero de tantas veces que ha cambiado de chaqueta. Un periodista que se ha vendido como guardián de las esencias del 78, renegando en no pocas ocasiones de la figura de Franco. Pues bien, Ónega colaboró en el mismo diario que Preciado, llegando a ser subdirector del mismo y jefe de prensa de la Guardia de Franco.
Otro de los ilustres progresistas que estos días ha ocupado titulares por su antifranquismo ha sido Víctor Manuel. En un programa especial de La Sexta, el cantautor asturiano contó que en más de una ocasión le hicieron saber que era un elemento incómodo para las autoridades del régimen. Curioso si hablamos de un individuo que lanzó una canción titulada ‘Un gran hombre’, en cuyos versos relata las virtudes humanas y políticas de Francisco Franco. Podríamos estar hasta la Navidad de 2026 relatando casos de antifranquistas post mortem; personas que no tuvieron el más mínimo inconveniente en elogiar al gallego en vida y una vez muerto pasaron a convertirse en sus mayores enemigos.
Ciertamente, enfrentarse de manera activa a un régimen dictatorial no es algo cómodo ni sencillo. Y es humano acondicionarse al modelo político imperante. Pero se agradecería por parte de quienes eligieron alguna de esas opciones un mínimo de honestidad. Es comprensible que no estuvieran dispuestos a pagar heroicidades con la cárcel o multas pecuniarias. Pero hoy, en 2025, no deberían atreverse a dar lecciones de antifranquismo, ni a repartir carnets de democracia.
Cincuenta años después, muchos se escudan en el «era lo que había» o «había que trabajar». Es cierto. Uno no puede dejar de ganarse la vida durante décadas como muestra de rechazo ante el sistema vigente. Pero también es cierto que muchos otros españoles decidieron optar por el exilio, con todo lo que ello conlleva y el enorme sacrificio que supone.
Aquel acomodo no fue algo exclusivo de las élites periodísticas, empresariales y culturales. Lo cierto es que la mayoría de la sociedad española vivió el franquismo con relativa armonía, especialmente a raíz del desarrollismo de los años sesenta. Las transformaciones de aquella década propiciaron que buena parte de la ciudadanía depositara su confianza en el régimen. Un pragmatismo vital, cuya reivindicación más perentoria no era tanto una mayor libertad como el mantenimiento de los logros del desarrollismo y la paz.
Otros muchos no tenían convicciones franquistas, ni de ningún otro espectro de la derecha. Pero optaron por agachar la cabeza y hacer su vida con normalidad. Vivir el día a día sin inmiscuirse en cuestiones políticas. La oposición al franquismo fue escasa, desorganizada y alicorta. Recayó principalmente sobre las espaldas del PCE, ante la ausencia de los socialistas, nacionalistas y la desorganización de los democristianos y monárquicos.
La realidad, por poco que les guste, es que Franco murió en la cama. Por algo sería.


