La invasión migratoria trae precariedad laboral

Según el INE, los salarios reales en la hostelería han caído un 9,3% desde 2008 (de 18.499 a 16.777 euros anuales) y en la construcción, un 7,4%. En términos nominales, se gana hoy menos que hace dieciséis años, mientras el coste de la vida se ha disparado. En términos reales, la depauperación es histórica. ¿Cómo sorprenderse entonces de que falten camareros o albañiles? No es una cuestión de voluntad, sino de supervivencia. Nadie puede sostener una vida digna con sueldos que retroceden año tras año.

Los inmigrantes, en cambio, llegan con otras expectativas, dispuestos a aceptar condiciones que no permiten crear un hogar y formar una familia, pero sí conseguir, por ejemplo, la nacionalidad en dos años en el caso de los iberoamericanos. Una oportunidad nada casual para quienes suben los impuestos y sus aliados que ofrecen salarios a la baja. La mezcla es letal para el español corriente: degradación asegurada del mercado laboral.

No es que los inmigrantes vengan a hacer «los trabajos que los españoles no quieren», sino que aceptan los salarios que los españoles no pueden permitirse para mantener una vida digna y acorde a las promesas que les fueron contadas. La diferencia no es menor.

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