El director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, inauguró el curso académico con una defensa sin matices de la autonomía lingüística y cultural de la institución frente a las tentaciones políticas. En su discurso reivindicó que «a nadie se le ha ocurrido hasta hoy fijar la gramática por decreto o someter el diccionario al capricho gubernamental», recordando que «el uso de la lengua lo decide el pueblo» y que las academias «sólo fijan las normas derivadas del uso real y comprobado».
El jurista cordobés subrayó que la RAE «lidera el movimiento multilateral en materia cultural mejor pertrechado para la defensa de la cultura de origen español», un sistema sostenido por las veintitrés academias de la lengua que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Su mensaje, con ecos de advertencia, apuntó a la necesidad de preservar la independencia intelectual frente a cualquier intento de tutela estatal o manipulación ideológica.
La lengua, patrimonio de todos
Muñoz Machado insistió en que la lengua pertenece a sus hablantes y no a los gobiernos, y que su evolución no puede dictarse desde un despacho. Recordó que en distintos países las academias han sufrido presiones o incluso persecuciones por defender ese principio, y advirtió del riesgo de politizar la cultura: «Hay repúblicas que han preferido apoyar más a las lenguas indígenas que al español, a pesar de ser la lengua que utiliza el 90% de la población», dijo, reivindicando la cooperación panhispánica como muro de contención frente a los excesos del poder.
El director de la RAE habló tras el X Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Arequipa (Perú), donde la ASALE ratificó su apoyo unánime a su gestión y elogió su «firme liderazgo intelectual y cultural». Aquella cita, sin embargo, estuvo marcada por el conflicto con el Instituto Cervantes y su director, Luis García Montero, que semanas atrás había acusado a Muñoz Machado de dirigir la Academia como un negocio privado. La afirmación fue considerada por el pleno académico una «agresión» y reforzó internamente la autoridad del jurista.
Una batalla simbólica
En las últimas semanas, el enfrentamiento ha adquirido un carácter simbólico que trasciende lo personal: la tensión entre la autonomía del saber y la instrumentalización política de la cultura. La RAE, fundada en 1713, se sostiene en gran medida con fondos públicos (cerca del 80%), mientras que el Instituto Cervantes depende del Ministerio de Asuntos Exteriores en más de la mitad de su financiación. Esa dependencia, aunque inevitable, vuelve frágil cualquier pretensión de soberanía intelectual frente al poder político.
Con la lección inaugural del Premio Cervantes 2024, Álvaro Pombo, sobre la emoción de leer y escribir, la Academia abrió un curso que se anuncia movido. Muñoz Machado habló en nombre de una institución que aspira a seguir siendo árbitro y no parte del debate cultural. Su llamamiento a preservar la independencia de la lengua frente a los gobiernos es, a la vez, una reivindicación justa y una quimera: justa porque defiende un principio fundacional de la libertad cultural; quimera porque, en el mundo contemporáneo, hasta las palabras dependen de quien paga por pronunciarlas.


