Sinibaldo de Mas: el padre del iberismo

Intelectual, aventurero y diplomático. Autor de 'La Iberia. Memoria sobre la conveniencia de la unión pacífica y legal de Portugal y España'

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Tras el final de la Guerra de la Independencia y la pérdida de los territorios americanos, España se encontraba exhausta, mientras que Portugal quedaba reducida al papel de simple marioneta en manos del todopoderoso imperio británico. A partir de este momento, los exiliados liberales hispanoportugueses proponen la creación de una gran Iberia, pero en un contexto muy poco favorable, especialmente por el interés de Francia e Inglaterra por mantener separadas a ambas naciones y por la propia inestabilidad tanto de España como de Portugal. Es en este contexto cuando surge la figura cimera de Sinibaldo de Mas, aventurero, escritor, diplomático y viajero infatigable, considerado por muchos como el padre del iberismo actual.

Sinibaldo de Mas nació en Barcelona el 4 de septiembre 1809, en un ambiente de guerra, en una Cataluña que demostró un intenso patriotismo en su lucha contra los franceses y en defensa de su religión, sus libertades y su legítimo rey Fernando VII.  Sinibaldo, formaba parte de una familia de clase media, muy vinculada al Ejército y a la Marina. Su padre, Rafael Mas, era un competente oficial de la Armada española, pero, también, un hombre de gran talento que inventó un curioso sistema de señales, instalado en Montjuic. De su abuelo paterno, Sinibaldo Mas, primer piloto de altura, sabemos que tuvo una juventud repleta de aventuras ya que, entre otras cosas, permaneció cautivo en manos de los piratas. Todo parece indicar que la pasión por la aventura y las emociones fuertes la heredó su nieto, al que podemos considerar como el prototipo ideal en España del típico viajero romántico del siglo XIX que, movido por su afán de conocimiento, recorrió lejanos países para impregnarse de su cultura, sus lenguas y costumbres.

Su interés por el arte y la literatura despertaron muy pronto en el joven Sinibaldo. Uno de sus primeros trabajos, con el que demostró su amplia cultura y una inteligencia fuera de lo común, fue la traducción de la Eneida de Virgilio, con la curiosidad de que lo hizo en hexámetros castellanos. A este trabajo le siguió una colección de poemas publicados en Barcelona, en 1831, con el título de Aristodemo, para el que empleó un sistema métrico poco común que, un año más tarde, explicó con detalle en su obra Sistema musical de la Lengua Castellana. Sinibaldo de Mas también colaboró como columnista en el periódico El Vapor, de tendencia liberal, justo en el momento en el que, tras la muerte de Fernando VII, en España se producía el choque definitivo entre las fuerzas que abogaban por la implantación del régimen liberal y el Estado moderno, y los partidarios de conservar las estructuras del Antiguo Régimen. El joven intelectual catalán también brilló por su faceta como pintor, pudiendo destacar los fantásticos retratos que realizó para Manuel Cabanyes y Joaquín Roca, pero si hay algo que podamos resaltar en su biografía es su pasmosa capacidad para el aprendizaje de las lenguas ya que, además de su lengua materna, el castellano, llegó a dominar más de quince, entre otras latín, griego, italiano, inglés, árabe, turco e hindú.

Sinibaldo fue un intelectual, pero también un hombre de acción y con una irrefrenable ansia de aventuras que, en este caso, pudo protagonizar gracias al apoyo de sus influyentes amigos. Entre sus contactos destacó el célebre banquero Gaspar Remisa y Meriones, y, muy especialmente, su maestro Félix Torres, obispo de Astorga, que movió todos sus hilos y ejerció su influencia para que su protegido fuese nombrado «pensionado extraordinario para pasar a Oriente a estudiar los idiomas, usos y costumbres de aquellos países». Tanto fue su prestigio que el mismísimo Martínez de la Rosa, presidente del Consejo de Ministros en 1834, le nombró agregado diplomático con la misión de recopilar información de otros países que pudiese afectar a los intereses patrios, como la expansión de Inglaterra y Rusia por Oriente. Otro de los objetivos de Sinibaldo fue analizar la política económica de Inglaterra en la India y valorar las posibilidades de retomar las relaciones comerciales con esta región estratégica después de la desaparición de la Real Compañía de Filipinas. Por fin su sueño se hizo realidad, ante sí se abría la posibilidad de emprender numerosos viajes por países remotos y entrar en contacto con pueblos y culturas desconocidas.

En primer lugar, viajó hasta Grecia, donde permaneció varios meses, y después pasó a Constantinopla, una exótica ciudad que cautivó sus sentidos. Allí entró en contacto con el diplomático español Antonio Córdoba, quien le mostró la ruta más conveniente para llegar hasta la India, aunque antes debía recorrer algunos enclaves para recopilar información y cumplir con la misión que le había sido encomendada. Por este motivo, antes de llegar a Calcuta, Sinibaldo recorrió Siria, Palestina, Iraq y Egipto, y hasta tuvo tiempo de atravesar el desierto de Arabia Pétrea. Durante estos años, encontró tiempo para escribir nuevas obras: Memorias sobre el Reino de Grecia, El intérprete del viajero en Oriente y Cuadro político en Oriente.

En la India permaneció hasta 1840, pero tras contraer la disentería y caer gravemente enfermo partió hacia las Filipinas, siendo acogido en el hospital de San Juan de Dios, en Manila, gracias a la hospitalidad y el buen hacer del padre Manuel Bueno. No fue ésta una buena época para Sinibaldo de Más, del que sabemos que se vio obligado a vivir de las limosnas al no poder recibir la asignación económica del Gobierno de España. Al fin, en 1841, pudo regresar a casa, con más pena que gloria, pero con suficiente información para escribir Estado de las Islas Filipinas, donde refleja sus experiencias vividas y un alto conocimiento de las distintas razas y características lingüísticas de los filipinos por lo que, en la actualidad, sigue siendo considerado un excelente ensayo antropológico.

Como desgraciadamente ha venido siendo habitual a lo largo de nuestra historia —y lo sigue siendo—, el regreso a España de Sinibaldo coincidió con una época de confrontación política, inestabilidad, crisis económica y tensiones internas que dejaron al país sin la energía suficiente para afrontar nuevos proyectos en beneficio del bien común. En España había terminado la Primera Guerra Carlista, pero la situación seguía siendo extremadamente compleja durante la regencia de Espartero, por lo que las misiones estatales se interrumpieron hasta el 1843, en el que Sinibaldo es investido como agente diplomático y mercantil en China, convirtiéndose, de esta forma, en el primer diplomático responsable de la política exterior española en Asia. Durante los siguientes tres años, el genial y polifacético escritor y diplomático volvió a dejar muestras de su valía hasta que en el 1846 regresó a la patria para ser condecorado con la Cruz de Carlos III, en reconocimiento a su trabajo en favor de los intereses de España en el mundo. Por Real Decreto de 17 de mayo de 1847, se le asignó un sueldo de 200 reales, más 80 para gastos, y así, con las espaldas bien cubiertas, se puso de nuevo en camino hacia Manila y, tras una breve estancia, embarcó rumbo a China para, como en ocasiones anteriores, desempeñar su ministerio con diligencia.

Sinibaldo de Mas no sólo defendió los intereses patrios en Oriente; también encontró tiempo para desarrollar su faceta literaria con la redacción de nuevas obras como Ideografía, escrita en francés durante su estancia en Macao, y su curioso Pot Pourri literario, de gran variedad temática y riqueza estilística, en la que muestra sus impresiones y vivencias experimentadas en sus múltiples viajes por distintos rincones del planeta. Por desgracia, la legación española en China quedó suprimida en noviembre de 1850 por lo que el catalán tuvo que volver a hacer las maletas para regresar a Madrid, donde escribió, envuelto en este sentimiento iberista que empezaba a calar en amplios sectores de la sociedad hispanoportuguesa, La Iberia. Memoria sobre la conveniencia de la unión pacífica y legal de Portugal y España, publicado por primera vez en Lisboa en 1851. En este ensayo, defiende las ventajas políticas, económicas y sociales de la unión de ambas monarquías para, de esta forma, ser más competitivos frente a los ingleses y los franceses. Como curiosidad, Sinibaldo sugiere que el escudo del nuevo ente político debía ser el de España y Portugal unidos, mientras que la bandera debía incluir los colores blanco, azul, rojo y amarillo.

En España permaneció Sinibaldo hasta el 1863, en el que es nombrado ministro plenipotenciario en China, un país que llevó en su corazón hasta la fecha de su muerte. En 1867, Sinibaldo ya intuía el final de su vida. La energía de este incansable viajero se fue apagando y por eso regresó a esa patria a la que tanto había servido. En abril de 1868, Sinibaldo de Mas y Sanz muere en Madrid; su legado permanece vivo entre todos aquellos que defendemos la aproximación de España y Portugal, al igual que el incremento de las relaciones económicas y sociales y conocimiento mutuo de los ciudadanos de dos grandes países que, lamentablemente, se han dado la espalda durante una buena parte de nuestra historia.

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