Manuel Llamas: «El PSOE y el PP no quieren hablar de las pensiones porque los jubilados son más de 10 millones de votantes»

En su último libro, 'Socialismo, la ruina de España', denuncia la deriva intervencionista, totalitaria, de la política y la sociedad españolas

|

Manuel Llamas (Santiago de Compostela, 1979) es director de La Trinchera de Llamas de esRadio y de Economía en Llamas en ViOne Media, y uno de los analistas económicos más importantes del panorama mediático español. Periodista, conferenciante, divulgador… también tuvo una incursión en la política como viceconsejero de Economía de la Comunidad de Madrid. Desde todas los puntos de vista y posicines, siempre en defensa de los principios del liberalismo clásico: la propiedad privada, el mercado libre, la responsabilidad individual y el Estado limitado.

En su último libro, Socialismo, la ruina de España (HarperCollins, 2025), denuncia la deriva intervencionista, totalitaria, de la política y la sociedad españolas. Con un estilo directo y una mirada crítica, advierte del declive institucional, económico y cultural que amenaza el futuro de España y Occidente. Esta conversación repasa algunas de las ideas del texto, es decir de Llamas: la crisis del Estado del bienestar, el colapso de las pensiones, el problema de la vivienda, la erosión de la libertad económica o la necesidad de una reacción.

¿Nunca hemos vivido mejor que ahora?

Efectivamente. Aunque mucha gente crea lo contrario, nunca hemos vivido mejor que ahora. A pesar de crisis, guerras o pandemias, jamás el ser humano ha alcanzado estos niveles de prosperidad y calidad de vida. Antes del capitalismo, el estado natural era la pobreza. Desde que se implantó, hace apenas dos siglos, la humanidad ha experimentado un salto sin precedentes en esperanza de vida, bienestar y riqueza. Hoy, incluso alguien con una renta baja en un país desarrollado vive mejor que un rey absolutista del pasado.

Pero Pérez Royo me dijo que vivimos mejor gracias a la «igualdad».

La desigualdad no es el problema. Lo es la pobreza. Todos somos desiguales: en talento, intereses, origen o esfuerzo. Lo importante es que todos tengamos igualdad ante la ley y oportunidades para progresar. Hay países con mucha desigualdad, pero sin pobreza real, donde todos viven bien. Y otros donde hay mucha igualdad… en la miseria. El comunismo iguala hacia abajo. El capitalismo eleva la calidad de vida general.

Sin embargo, las condiciones de vida en Occidente están en claro declive.

Occidente está en crisis, pero no creo que en decadencia irreversible. Hay países que retroceden, como España, y otros que avanzan con fuerza. El modelo occidental basado en la libertad, la democracia representativa y la economía de mercado sigue siendo el mejor. Solo hay que defenderlo con valentía. Y eso empieza por recuperar la cultura del esfuerzo, del mérito y del conocimiento económico.

Socialismo, la ruina de España¿Por qué el capitalismo tiene tan mal nombre en España?

España es uno de los países más anticapitalistas del mundo. El Estado es visto como un protector, un padre que debe ocuparse de todo. Eso genera dependencia y destruye la responsabilidad individual. Aquí se cree que los servicios públicos son gratuitos, cuando en realidad se pagan —y mucho— con impuestos. El Estado se queda fácilmente con la mitad del sueldo de cualquier trabajador. Y, a cambio, ofrece servicios deficientes: listas de espera en sanidad, una educación pública que adoctrina y unas pensiones públicas insostenibles.

¿Se desprecia el conocimiento económico?

La responsabilidad del sistema educativo es fundamental. En España falta cultura económica básica. Mucha gente no sabe qué es la inflación, qué es el déficit, qué implican los impuestos. Y eso hace que el discurso populista cale. Al político le interesa un pueblo ignorante, porque es más manipulable. Por eso es vital enseñar economía desde jóvenes: para que los ciudadanos sean realmente libres.

Aquello de «ahorro, capitalismo y trabajo duro», que repite el profesor Bastos, no acaba de cuajar…

El capitalismo tiene tres pilares fundamentales: la propiedad privada, la seguridad jurídica, es decir, cumplimiento de los contratos, y libertad a nivel económico en un sentido amplio, que permitan emprender, tener facilidad a la hora de generar riqueza, empleo. La clave del capitalismo es la producción. El capitalismo no tiene nada que ver con el consumismo. El capitalismo es ahorro.

Con la vivienda, que el Estado nos «alquila» a través del IBI, se observa muy bien ese ataque a la propiedad.

En España ha sido duramente atacada la propiedad, especialmente bajo el gobierno de Pedro Sánchez. El caso de la vivienda es paradigmático. Se han aprobado normativas que dificultan la recuperación de inmuebles en caso de impago y se protege, de facto, al okupa. Todo ello ha generado una inseguridad jurídica sin precedentes para los propietarios.

El intervencionismo ha reducido las garantías para los bancos, que ahora conceden menos hipotecas, especialmente a jóvenes y clases medias. Además, se ha desplomado la oferta de alquiler, porque muchos propietarios prefieren no arriesgarse a alquilar ante la imposibilidad de recuperar su inmueble en caso de impago u ocupación.

¿A quién perjudica más la situación del mercado de la vivienda en España?

A quienes el gobierno dice proteger: los jóvenes, las familias vulnerables, las rentas bajas. Al limitar la oferta y generar incertidumbre, los precios suben y el acceso se complica. Es el típico efecto perverso del intervencionismo: se proclama una intención noble, pero el resultado es el contrario. Ni siquiera se construye vivienda. España es un país de propietarios, pero los jóvenes cada vez tienen más difícil acceder a una vivienda.

No se construye en un país casi vacío…

¿Cómo es posible que un país como España, donde lo que sobra es suelo no se pueda construir? El problema de la vivienda en España es un problema de oferta y de demanda. La demanda se mantiene alta, pero la oferta se ha desplomado porque no se construye por culpa de los políticos, porque son los que deciden si se puede.

¿Cómo afecta el ataque a la propiedad privada, tan evidente en la vivienda, al resto de la economía?

El ataque a la propiedad privada se acompaña de un deterioro general de la libertad económica. España está cayendo en todos los índices internacionales. Y eso significa menos inversión, menos empleo y más empobrecimiento. Nos estamos empobreciendo.

El empobrecimiento de España, de los españoles, sería impensable sin el nivel y la cantidad de impuestos.

Son otra forma de robo. El sistema fiscal de España es confiscatorio. Se incide en los impuestos más lesivos, no sólo es el IRPF. Se penaliza el ahorro, la inversión, la herencia, la mera posesión de patrimonio. Hay países donde se premia el esfuerzo. Aquí se castiga. No se puede construir prosperidad sobre un sistema fiscal que desincentiva toda forma de acumulación o transmisión de riqueza. Es una política suicida.

Penaliza al empresario, al trabajador, al autónomo, al ahorrador. En España se paga por tener, por heredar, por invertir. Los impuestos al capital son de los más altos de Europa. El Estado actúa como un obstáculo constante al desarrollo individual y empresarial. El resultado es una sociedad donde cuesta muchísimo salir adelante por méritos propios.

¿El Estado del bienestar es un fraude?

Está basado en una gran mentira: la gratuidad. Los servicios públicos no son gratuitos. Se pagan con impuestos altísimos. El problema es que mucha gente no es consciente de cuánto paga realmente. El Estado se queda con una parte enorme de lo que ganamos, y a cambio ofrece una sanidad colapsada, una educación de baja calidad y unas pensiones que no garantizan el bienestar futuro. Además, este modelo hace que la gente dependa del Estado y pierda iniciativa. Se renuncia a la libertad a cambio de una falsa seguridad.

Trabajamos medio año para pagar impuestos. Hay más de 10 millones de personas que pagan sanidad privada mientras siguen financiando la pública. Los funcionarios pueden elegir aseguradora médica, pero el ciudadano no, mientras quien elige educación privada para sus hijos, tiene que pagarla dos veces. El sistema es injusto y disuasorio. Se desincentiva la responsabilidad y se castiga el mérito.

¿El sistema público de pensiones tiene sentido?

Está condenado. No se trata de si habrá pensión o no. Se trata de que no bastará para vivir dignamente. Y nadie quiere decirlo.

¿Tiene solución?

Sí. Reformar el sistema, fomentar el ahorro y avanzar hacia un modelo mixto. Pero los grandes partidos no quieren abrir ese melón.

¿Por qué el PSOE y el PP no quieren hablar de las pensiones, aparte de para prometer más subidas?

Porque los jubilados son más de 10 millones de votantes. El PSOE lo niega y el PP lo evita por miedo a perder votos. Mienten a la población con promesas y le dicen a la gente que no ahorre. Se debería promover el ahorro privado, pero se hace justo lo contrario: se castiga fiscalmente al ahorrador y se desincentiva la inversión.

Resume el problema de las pensiones en «pagar más hoy para acabar cobrando menos mañana».

Es una cuestión puramente matemática. No es ideología. Hoy hay dos cotizantes por cada jubilado; en treinta años será uno. Eso significa que habrá que pagar mucho más para recibir mucho menos. La tasa de sustitución (lo que cobra un jubilado respecto a su último sueldo) pasará del 80% al 60%, luego a un 50%, y así.

¿En nombre de la igualdad estamos viendo como España se transforma en una sociedad de herederos?

La propiedad privada está bajo ataque. La legislación protege al okupa y al inquilino moroso, y penaliza al propietario. El resultado es que la gente prefiere no alquilar, y eso desploma la oferta. Por otro lado, las trabas urbanísticas hacen que apenas se construya. Hay suelo, pero no se permite edificar. Así que el acceso a la vivienda se ha vuelto un privilegio. Muchos jóvenes sólo podrán heredar, no comprar. Por eso se habla ya de la «generación tortuga».

Muchos sostienen que la inmigración es necesaria para sostener el sistema de pensiones…

Ese argumento es simplista y engañoso. Algunos estudios señalan que España necesitaría un millón de inmigrantes nuevos ¡al año! para equilibrar el sistema de pensiones. Es absurdo. Refleja que el sistema de pensiones es imposible. Es una cifra imposible de sostener en términos sociales y económicos. Además, no todos los inmigrantes aportan igual: depende de su formación, integración y situación legal. No se puede resolver un problema estructural con una huida hacia adelante.

¿No es un insulto que se prometan pensiones a cambio del trabajo de inmigrantes y no de españoles?

Quien llega de manera ilegal no puede trabajar. Supone un problema también de integración, porque la mejor forma de integración social es el trabajo. Hay un gran problema de delincuencia y seguridad. España fue un país de migrantes hace relativamente poco. Nosotros éramos los que emigrábamos al extranjero, íbamos a Europa y a Iberoamérica, de forma legal y a trabajar. Íbamos a aportar a la sociedad.

¿Qué modelo de integración de la inmigración en la sociedad defiende?

Modelos como el suizo. Allí, casi un 40% de la población es extranjera, pero quien no trabaja o incumple las normas se va fuera. Se exige integración, civismo, aportación. La nacionalidad no se regala. En España, en cambio, la inmigración irregular se tolera o incluso se promueve. Muchos llegan sin posibilidad de trabajar legalmente, y eso genera exclusión, dependencia de ayudas, delincuencia e inseguridad. La integración real sólo es posible a través del trabajo y el cumplimiento de la ley.

En el libro usted sostiene que España no va camino de Venezuela, como se dice con frecuencia, sino de Argentina.

Correcto. Argentina fue uno de los países más ricos del mundo. Y en menos de un siglo se convirtió en un país empobrecido. ¿Por qué? Por aplicar ideas equivocadas: intervencionismo, control estatal, «justicia social» mal entendida, gasto descontrolado… Perón implantó un modelo inspirado en el fascismo de Mussolini. El resultado fue la decadencia. Y ese es el camino que ha seguido España desde 2004, con Zapatero. Rajoy no sólo no revirtió nada: consolidó ese modelo. Y Sánchez lo ha llevado al extremo.

¿Quién ha sido más nocivo para España, Zapatero o Sánchez?

Rajoy. Zapatero fue el arquitecto, pero Sánchez no hubiera sido posible sin Rajoy. Fue la gran oportunidad perdida. Rajoy fue el gran traidor. Tuvo una mayoría absoluta histórica y escupió a sus votantes. Prometió bajar impuestos y los subió. Permitió que Montoro impulsara la mayor subida fiscal hasta entonces. Y encima lo celebró. No ganó unas elecciones: las ganó el hundimiento del PSOE. Fue un gestor sin proyecto, sin visión. Y eso allanó el camino al sanchismo.

Mantiene en el libro, de hecho, que Rajoy nunca ganó unas elecciones.

Las perdió Zapatero. El PSOE.

También defiende que Cristóbal Montoro es el peor ministro de Hacienda de la historia de España, aún peor que María Jesús Montero, que ya es decir.

Montoro cambió las reglas de juego. Montoro fue el gran culpable. En lugar de apostar por recortes de gasto, tenía muy claro que la forma de cuadrar las cuentas era subiendo todavía más los impuestos. Aplicó la mayor subida fiscal hasta entonces de la historia. Pero Sánchez no prometió lo contrario. Hasta las elecciones el Partido Popular defendía que iba a bajar impuestos, y lo primero que hizo, en el segundo consejo de ministros, fue aporbar la mayor subida del IRPF.

Desarrolla varios ejemplos en el libro (Irlanda, los países bálticos…). ¿Se puede crecer económicamente sin pagar un peaje relativista?

Se puede. El ejemplo son los países del este de Europa. Están destinados a liderar el crecimiento en los próximos años. Países como Estonia, Hungría, Polonia o la República Checa alcanzan y superan a España en riqueza per cápita.

¿Hay un hartazgo generalizado en Occidente, una reacción?

Noto un cambio de tendencia a nivel internacional. Javier Milei ha sido un punto de inflexión: ha demostrado que se puede ganar defendiendo sin complejos la libertad económica, la propiedad privada y el sentido común. Giorgia Meloni también está marcando diferencias en Italia. Incluso Trump ha levantado un muro contra el relativismo woke y de la teoría de la cancelación. Hay una reacción en marcha.

¿También mantiene la esperanza con España?

España es un país extraordinario. Tiene potencial de sobra. Sólo necesita liderazgo, convicción y una ciudadanía menos dependiente del Estado.

¿Cómo se revierte una tendencia que ya dura décadas?

Hay que combatir el socialismo cultural, reducir impuestos, defender la libertad de empresa, poner límites al Estado y devolver el protagonismo al ciudadano. Lo importante es que ya se vislumbra una alternativa. Y eso da esperanza. Como sucedió en los 60, en los 70, en parte de los 80, hay que cambiar el rumbo. Se necesita un líder fuerte, capaz de liderar ese cambio. Y yo confío en que lo haya.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.