Se publicó hace poco un artículo sobre las relaciones sentimentales entre humanos y la inteligencia artificial. Trata sobre el desembarco, inevitable y temible, de los bots amorosos. IAs con forma humana, voz humana, respuestas humanas… diseñados para satisfacer la necesidad de amor de los humanos reales. Lo que se podría llamar novIAs. Su llegada será un bombazo. Un robot con apariencia humana que escucha, da buenos consejos y se acuerda de todo lo que le has contado. Un amante que no tiene dolor de cabeza, ni se cansa ni se enfada. No engorda, no se queda calvo ni se arruga. Además, sabe todas las recetas del mundo, organiza viajes en un momento, conoce todos los idiomas…
Quizás a alguien se le ocurra una pequeña objeción: «Pero no es real». El mundo lleva años preparando la respuesta: «¿Y qué? Para mí sí es real». Habrá distintas variables: «El amor siempre es real». O también: «¿Quién eres tú para decidir qué tipos de amor son reales?». Y, por supuesto: «Si alguien es feliz así, ¿qué problema hay?». Será como la escena del calvo de Matrix en el restaurante: «Sé que este filete no es real. Cuando me lo meto en la boca, es Matrix la que le dice a mi cerebro que está sabroso». Lo mismo pasará con este tema. Habrá mucha gente que elija la pastilla azul: vivir en una simulación cómoda y agradable. La novIA no llevará la contraria. No se irá nunca. No hablará mal ni sacará los trapos sucios.
Claro, ¿qué pasa con los hijos? No hace falta mucha imaginación. Hay gente que tiene perro en vez de hijos. Una vez sustituido el cónyuge por un robot, será fácil adoptar a una nIñA. Aparte, contamina menos. No sufre ni hace sufrir. Será menos frágil y no llorará por las noches.
Luego vendrán los estudios de universidades prestigiosas. Se descubrirá que los matrimonios humanos son más felices. La gente que convive con una novIA tendrá más tendencia a sufrir todo tipo de enfermedades mentales. Se darán charlas en los colegios de los peligros de las novIAs. Eso sí, con cuidado para no ofender a nadie, porque habrá varios que tendrán papá-bot. Será como una temporada de Black Mirror hecha realidad.
El problema es que los bots amorosos serán complacientes siempre. Pero no se puede crecer cuando te dan todo hecho. Enseguida se aburre uno. Sin peligro no se puede ser valiente. Sin cansancio no se puede ser fuerte. Sin escasez no se puede ser generoso. Hace falta pasar un metal por el fuego para quitarle las impurezas. Si todo es fácil, la vida pierde emoción. Aparece el empacho de placeres estériles y se cae en la apatía, un estado donde todo se torna cansino e indiferente. Se vive sin pasión. Los colegios y universidades se llenarán de jóvenes cansados de vivir. Ya abundan los apáticos, pero serán muchos más cuando lleguen los bots amorosos.
Mientras tanto, otros seremos revolucionarios. Viviremos del todo. Con enfermedades, cansancio, disgustos y fatigas. Pero también con alguien que nos ha elegido con todo eso. Con hijos que suspenden, desobedecen y se hacen heridas. Con visitas a urgencias, broncas y llamadas del colegio. Con un cónyuge enfermo o inseguro. Con arrugas, gafas, bajones y miedos. A cambio, podremos ser valientes, generosos, amar y ser amados. En una palabra, vivir una aventura de verdad, no una simulación de realidad virtual. Lo nuestro será mucho más emocionante, divertido y saludable. Será más humano.