Núñez de Balboa y nuestro Mar del Sur

Si Balboa levantó la vista para contemplar un océano desconocido, hace ya cinco siglos, hoy cada uno afronta su horizonte particular

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El 1 de septiembre de 1513, hace hoy más de cinco siglos, partía desde Santa María la Antigua del Darién una expedición encabezada por Vasco Núñez de Balboa con un objetivo tan incierto como ambicioso: atravesar el istmo de Panamá. Apenas 190 hombres y algunos perros de guerra —con la colaboración de grupos indígenas— se adentraron en la selva en busca de un nuevo mundo. Veintiséis días después, desde una cumbre de la cordillera, Balboa divisaba por primera vez el Mar del Sur, nombre con el que los europeos bautizaron al océano Pacífico.

La heroica escena, recogida en crónicas como las de Gonzalo Fernández de Oviedo —nombrado por Carlos V primer Cronista de las Indias— y Pietro Martire d’Anghiera —¡qué biografía la suya!—, se convirtió en un hito decisivo para la cartografía y para la historia de la expansión europea: la constatación de que otro océano se extendía más allá de las tierras recién conquistadas. Era entonces el Imperio Español, a ambos lados del océano, el que terminaba por adentrarse en otro mar abismal.

Aquella gesta, que se inscribe en un contexto de alianzas precarias y ambiciones a veces desordenadas, marcó no solo el destino de Panamá —cuyo territorio quedó para siempre asociado al tránsito interoceánico— sino también la configuración global del mundo moderno. Desde entonces, el istmo se convirtió en un puente estratégico entre continentes y mares, preludio de lo que siglos más tarde sería el canal. Basta pasear por aquellas calles para comprobar que el recuerdo de Balboa ha quedado impreso en topónimos, monumentos y hasta en la moneda panameña. En América Central aún se celebran los episodios fundacionales de su historia.

Esto no fue siempre así, claro. La vida del bravo español que hoy conmemoramos quedó de alguna forma inscrita en esa rueda de fatalidades que rodeaba a los mejores. Aunque nombrado Adelantado de la costa del mar recién avistado después del descubrimiento, nunca llegó a realizar las nuevas expediciones que proyectó en su cabeza: en 1519, víctima de intrigas políticas y del recelo del gobernador Pedrarias Dávila, fue acusado de traición y ejecutado por decapitación en Acla.

Sin esperar esa suerte fatal, conmemorar aquel 1 de septiembre nos invita también a una reflexión más cercana. El inicio del curso escolar y laboral, que coincide en estas fechas, tiene algo de expedición cotidiana: cada septiembre atravesamos nuestra propia selva de rutinas, desafíos y descubrimientos. Si Balboa levantó la vista para contemplar un océano desconocido, hoy cada uno afronta su horizonte particular, más modesto pero igualmente incierto. En ello radica quizá el valor de recordar las gestas de nuestros mayores: nos conectan con la experiencia humana de aventurarse en lo desconocido, de abrir caminos, de empezar otra vez. Nuestro Mar del Sur nos espera.

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