Rainbowcracia

El fanatismo de género se mantiene hegemónico en la Unión Europea, como lo era en los Estados Unidos hasta hace unos meses

|

Un algoritmo bastante mezquino hizo llegar a mi pantalla un artículo de Le Monde (el diario más desprestigiado de Europa con permiso de El País) lamentando la odiosa neutralidad de un gobierno húngaro que prohibe la exhibición de símbolos arcoíris en los edificios públicos. Ironías de la vida, ese disparate me pilló en Bruselas en pleno mes del «orgullo», cerca de la sede del Servicio Europeo de Acción Exterior que luce dos inmensas lonas con la última versión de la bandera del arcoíris y está rodeado de pasos de peatones arcoíris. Una muestra más del omnipresente privilegio arcoíris que coloniza el espacio público.

Al día siguiente, saltó otra noticia: la abogada general del Tribunal Europeo considera en sus conclusiones que la ley húngara que protege a los menores frente a la promoción de la homosexualidad, de la pornografía y de la ideología de généro es contraria a los valores comunes de la Unión Europea. Juridicamente, éstas conclusiones no son vinculantes pero no hace falta ser Nostradamus para adivinar que en unos meses el Tribunal las hará suyas y decretará así que estará prohibido prohibir el endoctrinamiento y la sexualización de los menores. Será la confirmación definitiva de que la UE se ha convertido al culto arcoíris y que tiene la firme intención de imponerlo a todos los Estados.

Los más ingenuos celebrarán la victoria de la inclusión y de la diversidad sobre la intolerancia y seguirán escondiendose detrás de éstos eslóganes bobalicones para que la realidad no estropee su distopia de buenismo impostado. ¿Porqué no se puede «amar a quien quieras»? Por mucha razones y todas demasiado obvias. Primero porque sólo se puede «amar» a adultos, «amar» a niños es una monstruosidad llamada pedofilia, por mucho que algunos se atrevan a blanquear esa ignominia a través del «consentimiento» de los niños, llamándo a los pedófilos «personas atraídas por menores» o afimando, como el New York Times, que la pedofilia no es un crimen. Segundo, porque ya sabemos de sobra que detrás del llamado gender affirming care se esconde la sórdida realidad de mutilaciones genitales, inyección de hormonas y castraciones químicas de menores vulnerables, a menudo autistas, que suelen arrepentirse y, en muchos casos, suicidándose. Un escándalo médico sin precedences que Occidente mirará algún día con mucha más verguenza que la que hoy siente por el eugenismo. Tercero, porque van a por los niños y no dudan en pisotear su inocencia sexualizandolos de la manera más perversa y soez. Y cuarto, porque afirmar que los sexos biológicos son «construcciones sociales» y que la percepción prima sobre la realidad es una inmensa y estupida mentira. ¿Acaso se enseña a los niños que la tierra es plana solo para no ofender a los «terraplanistas»?

De momento, el fanatismo de género se mantiene hegemónico en la Unión Europea, como lo era en los Estados Unidos hasta hace unos meses. Por eso la Comisión Europea ha lanzado una infracción contra Hungría en 2023, por eso la ha apoyado 17 países (casi todos de Europa occidental), y por eso el Tribunal de Justicia sanctificará en breve el fanatismo de género como una «valor común». Así, la UE promueverá éstos delirios mientras castigará a los que los prohiben, culminando así un largo proceso. Basta con echar un vistazo a los últimos cinco años para confirmar que ésta evolución no es ninguna casualidad. En 2020, la Comisión se comprometió en su plan de acción LGBTI a promover la identidad de género «sin límites de edad», en 2022 impulsaba un certificado de parentalidad para blanquear los vientres de alquiler e imponer el reconocimiento de las familias arcoíris en cualquier Estado al grito de «si eres un padre en un pais, lo eres en cualquier país».

Mientras tanto, el Tribunal de Justicia continuó la ofensiva obligando a los Estados a reconocer legalmente las familias arcoíris aunque sea contrario a su propio código civil, la «identidad de género» el pretexto de la protección de datos,  elimina las categorías señor, señora al comprar billetes de tren porque no son «objetivamente indispensables», e impone el reconomiciento en Europa de una nueva «identidad de généro» adquirida en el Reino Unido años después del Brexit. Pero quedaba el broche final, elevar el culto arcoíris al rango de dogma ideológico e imponerlo urbi et orbi en toda la Unión y dejarse de contorsiones jurídicas para imponerlo. La Comisión exige que la identidad de género sea una obligación de principios, 17 Estados miembros lo apoyan y la Abogada General lo pide a gitos. ¿Y qué mejor ocasión que la ley húngara de protección de menores para hacerlo, qué mejor oportunidad para que Bruselas multiplique sus competencias y se apropie del magisterio moral de todo un continente sin mandato alguno ? ¿Qué mayor suficencias que imponer una ideología anti-niños prohibiendo una ley que los protege ?

No seamos ingenuos, si el Tribunal confirma las conclusiones de la abogada general, será la prueba definitiva de que la UE se ha transformado en un club progresista autoritario en la que los conservadores no tienen cabida y serán perseguidos. Será el primer paso de un cordon sanitario jurídico y financiero contra los recalcitrantes y el inicio de un cisma woke que dividirá Europa entre centralistas woke autoritarios y partidarios de la libertad y de la subsidiariedad. Y la UE no será otra cosa que una rainbowcracia. De corte autoritario, para ser más preciso.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.