Todos estamos viendo en directo la decadencia de Occidente, a casi nadie se le escapa ya que estamos a las puertas de un nuevo orden mundial y a muchos nos aterra que no lidere ese cambio una nación defensora de los valores que nos han permitido progresar y ser libres.

Hoy parece que nada tiene sentido, el Estado de Derecho se diluye entre cuotas de minorías, las democracias agonizan en manos de gobiernos todopoderosos controlados por nuevos mesías progresistas, la prensa se ha convertido de forma voluntaria en un tentáculo más del poder orwelliano.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Los ilustrados aprovecharon la decadencia del Imperio español para imponer un nuevo comienzo de Occidente en el que Francia diera el pistoletazo de salida a las constituciones, la soberanía nacional, el desarrollo científico, el Estado moderno, la defensa de los derechos humanos…

Prácticamente nada queda en el recuerdo de los occidentales de esos casi cuatro siglos de hegemonía política y cultural española. Sólo hay un par de vindicaciones sin repercusión que aclaran que no habría Molière sin Lope, Luis XIV sin Felipe II, Versalles sin El Escorial, Marianne sin Juan de Mariana, Ilustración sin Siglo de Oro, ilustrados sin la Escuela de Salamanca… ¡Hasta Mérimée y Bizet tuvieron que encontrar la gloria con Carmen!

Nada de esto forma parte de los libros de historia en Europa y América porque, y así lo escribieron en la Enciclopedia francesa, «Nada se le debe a España, la nación más ignorante».

Lepanto, la batalla que salvó a Europa

Entre las innumerables gestas que el mundo debe a España se encuentra la victoria de Lepanto, la batalla que salvaría a Europa del avance turco, algo que no era problema para los franceses que llegaron a ser aliados de Solimán El Magnífico.

No sabemos si el papa ha pedido perdón por la enorme gesta de la Liga Santa, coalición formada por el Imperio Español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya, lo que sí sabemos es que se frenó el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y provocó que sus aliados corsarios abandonaran sus ataques e incursiones en la mitad occidental.

Podemos asegurar que la victoria fue la más alta ocasión que vieron los siglos, la operación naval más importante de la historia hasta el Desembarco de Normandía. Si nos fijamos en la enorme cantidad de monumentos, cuadros, objetos donados a catedrales y monasterios, menciones en libros… Europa celebraba el liderazgo de España y los españoles celebraban haber salvado a Europa.

Ese orgullo desapareció hace tiempo. Hoy casi nadie sabe que se celebra el 450 aniversario, no habrá ningún acto en la Unión Europea ni en el Congreso de los Diputados, la prensa pasa de puntillas para no molestar a los ofendiditos, los directores de cine no creen necesario rodar una superproducción en la que aparezcan Miguel de Cervantes, Juan de Austria, Ávaro de Bazán…

Pero, como siempre pasa en este país, siempre queda la sociedad civil. Celebremos por todo lo alto que el mundo libre debe a España la caída de la media luna a las puertas de Occidente y que ahí se frenó cualquier avance del islam hacia nuestro continente y los nuevos descubiertos.

Celebremos que gracias al triunfo de la cruz y, por ende, del humanismo cristiano, se pudieron proclamar las democracias constitucionales y liberales, reconocer los derechos de las mujeres y homosexuales, etc.

Mandemos al fondo del mar de una vez por todas la conocida frase de Ortega y Gasset.