No sé muy bien por qué, pero, año tras año, cuando llegan estas últimas semanas, el mundo se llena de listas de cosas. Listas de regalos, listas de compras para los menús de Nochebuena y Nochevieja, listas de familiares —este sí, este no—, listas de propósitos de año nuevo. Listas, listas y listas. Está bien eso, supongo que es algo normal y, además, por qué no decirlo, nos encanta hacerlas. También ocurre que, durante estas fechas, alguien te pide que le cuentes los libros que te has leído, las películas que te has visto o los restaurantes que has probado. No sé a ustedes, pero a mí, a este respecto, me pasan dos cosas.
En primer lugar, siempre me cuesta mucho hacer memoria. Sí, ya me han dicho muchas veces que me tengo que hacer una cuenta en FilmAffinity o en Goodreads, que comience a llevar un Excel como si de un libro contable se tratase, pero es que a mí, persona tan «tradicional» como milord Cary Grant en Página en blanco, no me queda otra que tirar de diario escrito a la vieja usanza. Aunque ahora con las plataformas de streaming y esas cosas, uno puede recurrir a lo de los historiales, siempre y cuando no haya borrado las cookies.
En segundo lugar, me abruma un poco la cantidad de responsabilidades que se adquieren al presentar una lista. Me da un poco de vértigo, vamos. Así que ya les advierto de que la enumeración que sigue a todo esto es personal y transferible. Personal no, personalísima. Y, lamentándolo mucho, no hay hoja de reclamaciones a disposición del cliente. También les digo que mañana la lista sería otra. Pero eso es lo de siempre, ya lo saben.
Este listado que les he preparado, como digo, es caprichoso, antojadizo y responde al único criterio de ser películas que he visto por primera vez este año que se va y que, además, como con un plato bien preparado, he repetido una o más veces. Espero que ya nunca se aparten de mí, vaya donde vaya, viva donde viva, esté con quien esté. Son películas, todas ellas, que me han divertido, enseñado, animado, enriquecido y ayudado cuando estaba mal y cuando estaba bien. Que han sido lo de siempre, vidas de repuesto. Sé que no es, ni mucho menos, un inventario cinéfilo ortodoxo. Pero hace una semana les prometía algo más extenso que aquellas seis obras maestras que comentaba en Ver la Navidad y, en fin, lo prometido es deuda así que, sin más, aquí va este veintiuno al 21.
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- El fantasma y la señora Muir, 1947, de Joseph L. Mankiewicz.
- El solterón y la menor, 1947, de Iring Reis.
- Los amigos apasionados, 1949, de David Lean.
- Un lugar en el sol, 1951, de George Stevens.
- El mundo en sus manos, 1952, de Raoul Walsh
- Marty, 1955, de Delbert Mann.
- Mesas separadas, 1958, de Delbert Mann.
- Días sin vida, 1959, de Henry King.
- Tres vidas errantes, 1960, de Fred Zinnemann.
- La gata negra, 1962, de Edward Dmytryk.
- Operación Whisky, 1964, de Ralph Nelson.
- Viento en las velas, 1965, de Alexander Mackendrick.
- Domicilio conyugal, 1970, de François Truffaut.
- Corazón verde, 1971, de Elaine May.
- Sueños de seductor, 1972, de Woody Allen.
- El principito, 1974, de Stanley Donen.
- Cuatro bodas y un funeral, 1994, de Mike Newell.
- El sabor de las cerezas, 1997, de Abbas Kiarostami.
- The Straight Story, 1999, de David Lynch.
- Wall-E, 2008, de Andrew Stanton.
- The French Dispatch, 2021, de Wes Anderson.
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Para 2022 y para siempre les deseo cine y felicidad, valga la redundancia. Por cierto, James Bond nunca muere, aunque lo maten.