El objetivo de la izquierda nunca fue la dimisión de Mazón. No buscaba una redención moral ni una depuración política, sino una conquista institucional. En su estrategia no hay lugar para la justicia. Nunca se trató de la verdad, sino de asfixiar gobiernos ajenos y forzar elecciones bajo el pretexto de la «regeneración». Es el mismo patrón entendido como única vía de acceso al poder: ofensiva coordinada e implacable para quebrar la estabilidad allí donde la izquierda no gobierna.
Ninguna cesión servirá para tal cosa como «poner a la izquierda frente al espejo». El «no somos como ellos» genera risa entre unos adversarios devenidos en enemigos, cuyo proyecto no es moral sino de poder. Bien al contrario, cada gesto de debilidad será interpretado como una señal de que el acoso funciona. Lo que lleva un año ocurriendo en la Comunidad Valenciana es una advertencia nacional: si Sánchez pierde el Gobierno, España entrará en una fase de violencia política, mediática y social sin precedentes recientes.


