Todos estamos un poco salidos

Se ha descubierto que un político que promovía la defensa de la mujer trataba fatal a las mujeres. No quiero hacer mucho énfasis en el protagonista porque seguramente saldrán más casos parecidos. Así puedo volver a publicar el artículo cada vez que se compruebe que un teórico aliado feminista resultaba ser un salido adornado con ideología y lecturas.

Muchos escritores más inteligentes que yo han escrito al respecto. Del análisis de Juan Manuel de Prada me quedo con que no parece coherente promover la sexualidad depravada, suprimir las virtudes y al mismo tiempo esperar que los hombres vean en las mujeres seres dignos de veneración y respeto. Es lo que ha denunciado otras veces: «Poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias».

Pedro Herrero dice que «hemos arrasado la posibilidad de perdón en el espacio público». El problema no es que un político sea un guarrete cuando se toma tres copas. Eso entra dentro de la condición humana. El problema es que el político en cuestión ha contribuido a eliminar la presunción de inocencia en el plano legislativo y a borrar el perdón del ámbito moral. Hay muchas heridas que curar en la sociedad. Una sería arreglar la ley para recuperar la presunción de inocencia. Otra sería empezar a decir que no. No soy feminista. No voy a recibir ni medio curso de una panda de mangantes que han descubierto una manera de progresar profesionalmente diciendo al resto como tienen que sentarse, hablar y follar. Una panda de cínicos e hipócritas que conocían los dislates de sus camaradas y no dijeron nada (estas ideas son de Herrero, pero las hago mías).

Al dimitir, el político escribió un comunicado en el que decía ser víctima de la fama, la vida neoliberal y el patriarcado. Hay algo de verdad en esas líneas. Es verdad que tenemos una naturaleza caída y que podemos dejarnos llevar hacia el abismo. Es verdad que si Dios no existe todo está permitido. Y también es verdad que si quitamos a Dios nosotros ocupamos su lugar. Como decía Nietzsche: «¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! !Y nosotros lo hemos matado! (…) ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ellos?»

Por mi parte, entiendo que no puedo arreglar el sistema judicial español. Pero sí puedo decir a mis alumnos que existe un sistema de valores y virtudes mejor que el que proponen otros. Tenemos el mejor producto y el peor marketing. Se llama cristianismo.

Lo primero es reconocer que no somos mejor que nadie. Mi naturaleza está caída, igual que la de cualquier presidario, drogadicto o maltratador (también estoy hecho del mismo barro que los santos). A saber donde estaría si tuviese dinero, posición y no creyese en Dios. Si siendo normalito ya la cago de vez en cuando, no quiero imaginarme siendo rico, famoso y ateo. Ahora bien, aunque meta la pata tengo la suerte de creer en un Dios que me perdona. Como dice Calogero en Una historia del Bronx: «Era estupendo ser católico y confesarse. Podías empezar desde cero cuando quisieras».

Una vez entendido que todos tenemos una naturaleza caída es más fácil ser humilde. Puedo entender el pecado de otro porque percibo la iniquidad en mi propio corazón. Es un buen punto de partida para pedir a Dios que nos cure y luchar para ser mejores.

Eso sí, yo no intento tratar bien a las mujeres por ser feminista. Yo intento tratar bien a las mujeres porque soy cristiano. Quiero tratar bien a las mujeres porque quiero tratar bien a todo el mundo. Un cristiano quiere tratar bien al otro porque sabe que es sagrado. Como escribió Esperanza Ruiz: «Descalzarse por pisar tierra sagrada al entrar en otra alma, contemplar su dignidad y disfrutar de su unicidad».

Uno de los valores supremos del feminismo es la igualdad. Pero la igualdad no es un valor primero sino segundo. La igualdad es importante, pero no se aplica siempre (relaciones de padres-hijos o profesores-alumnos). Cuando la igualdad no se subordina a nada más grande se llena de preceptos y se crea una religión laica agobiante. Eso es, entre otras cosas, el movimiento woke. Y es un coñazo. Daría para escribir muchos artículos sobre la religión católica y sus variantes secularizadas cutres. El resumen es que es mucho mejor ser católico, ir a la raíz, y encima poder empezar desde cero cuando quieras.