Lo que llamaron acto de recuerdo de las víctimas de la riada ha sido utilizado por los mismos políticos responsables de la catástrofe para celebrar un rito masónico, quién sabe si cerrando el círculo macabro abierto 365 días atrás.
Pocas horas antes, el ministro Ángel Víctor Torres, masón reconocido, presidía junto a representantes del Gobierno Canario la inauguración del rehabilitado templo masónico de Santa Cruz de Tenerife, a cambio de tres millones de euros públicos que han llegado antes a la sociedad secreta que a las víctimas del volcán de La Palma, aún en contenedores.
Los mismos políticos que viven obsesionados con la separación Iglesia-Estado, efectiva en España y en todas partes más deseable para las instituciones religiosas que para los organismos civiles, promueven que los actos llamados laicos sean realmente ritos masónicos.
En España ni los muertos están a salvo del sectarismo de unos hombres pequeños a los que, visto lo oscuro con optimismo, es de agradecer que salgan del armario cuando los jóvenes, cada año con más fe, crecen dispuestos a combatir a los enemigos de la gente corriente.


