Detrás del telón de San Pedro caben todas las expectativas del mundo. Es jueves, estamos en Pascua y detrás de la cortina roja que ahora cuelga del balcón de la basílica vaticana se han congregado todas las naciones de la tierra, hablando en todas las lenguas de la creación, para elegir a la cabeza de la catolicidad, esto es, del mundo entero. Al balcón no se asomará el sucesor de Francisco, sino el sucesor de Pedro. Cefas. Cabeza.
Detrás del telón de San Pedro, esta tarde soleada de Roma, un grupo de 133 hombres deciden el futuro de la Iglesia, y no sólo los más exagerados nos atrevemos a decir de la civilización. Tiene su gracia que el mundo feminista y paritario que-nos-hemos-dado, que entroniza la juventud y sube a los cadalsos a los ancianos, penda ahora de un centenar de señores septuagenarios que hablan latín.
Detrás del telón de San Pedro no hay cobertura y difícilmente la hay a este lado. Miles de fieles esperamos la salida del nuevo pontífice con el móvil en el bolsillo, acaso tratando de lograr un vídeo furtivo para mandar a casa, si acaso, mañana. No hay claves wifi detrás del telón y tampoco escrutinios en tiempo real. Bajo los faldones rojos del balcón de San Pedro la democracia se resume en unos papeles en blanco, doblados con la sencillez de los dedos. Un nombre a lápiz mantiene en vilo al orbe.
Detrás del telón no están sólo los cardenales sino que estamos nosotros. Desde el brazo de Carlo Magno observo ahora con precisión el balcón, y su cristalera inexpugnable refleja el bullir de la plaza de San Pedro. En el balcón, mientras espero al nuevo papa, veo a los miles de fieles congregados en la plaza. El telón nos oculta a nosotros, que permanecemos atentos a la humareda de una chimenea. Que ayer llenaba de imágenes las redes sociales, otras veces repletas de porquería. El debate de anoche era sobre aquella gaviota posada sobre la cumbre de la chimenea.
Detrás del telón se oculta todo lo sublime y todo lo misterioso. Hay don y tarea y es el telón, precisamente, el que nos recuerda que la Iglesia no baila al son de sus tiempos. Acaso trata de afinar la orquesta. Detrás del telón se vive la verdad del cónclave, que es sencillo y profundo, aunque el mundo nos lo presente como complejo y superficial. Cuántos son los que ahora no entienden que todo lo que cabe detrás de un telón cabe también detrás de un trozo de pan.
Detrás del telón saldrá en unas horas, previsiblemente, el nuevo romano pontífice. Continuista o no, reformador o, quizás, conservador o acaso, detrás del telón un hombre asumirá la carga de la cristiandad, que es la nuestra. Será coronado como siervo de los siervos y guiará, con la creatividad de sus palabras y la coherencia de sus gestos, el futuro de la Iglesia. Detrás del telón está nuestro padre. Sus hijos aguardamos al otro lado.