Hay temporadas en que cada columnista escribe sobre una cosa y otras en las que la actualidad impone el tema, como en un concurso de redacción escolar. Este mes, está claro, corresponde a la segunda categoría. En los medios digitales se han escrito muchas cosas prescindibles sobre el Papa Francisco y el futuro de la Iglesia —los expertos en política arancelaria se han reciclado súbitamente en vaticanistas—, pero también algunas espléndidas (recomiendo, por ejemplo, las crónicas de Pablo Mariñoso para Vozpopuli desde Roma).
Lo fácil, pues, sería convertir el Haleakaloha de abril en un monográfico sobre el asunto del momento. Como me gusta llevar la contraria, he optado por hacer justo lo opuesto: los textos de mi selección —dos entrevistas y tres columnas— tienen en común, precisamente, que no hablan sobre el tema de actualidad por excelencia, sino de otras cosas. Cada loco —o cada cuerdo, mejor— con su tema.
En El Debate, Vidal Arranz charla con Jorge Freire, «defensor de las raíces y el arraigo, así como de los lazos comunitarios y la vida buena» (envidiable presentación). Los temas son jugosos: agitación, salud mental, sobreprotección y humor, entre otros. Al final, dice el entrevistado, «uno se define por lo que hace y no tanto por lo que opina o por los manifiestos que firma o por las opiniones que suscribe. Yo creo que uno se hace haciendo y por eso postulé esta idea de la vida hacendosa. Creo que es el único remedio contra este culto estúpido a la falta de ataduras, al decisionismo libérrimo, a esta idea de que somos la causa de nosotros mismos y que nos bastamos y sobramos, porque somos los únicos artífices de nuestra ventura».
Todavía no he visto la nueva serie sobre El Gatopardo, pero ya estoy tardando, a juzgar por lo que nos cuenta Enrique García-Máiquez en La Gaceta. Hay, nos explica, tres versiones de la historia: la original de Lampedusa, «un exquisito nihilismo desengañado»; la cinematográfica de Visconti, «una denuncia radical del cinismo decadente de la aristocracia aburguesada y viceversa»; y la que ahora nos trae Netflix, «un clarín de combate conservador». Casi nada.
Para clarín de combate, el que toca Julio Llorente en defensa de los fogones en Alfa y Omega. Confieso que no soy un ejemplo de constancia en el arte culinario, pero la columna me ha convencido. «La pervivencia de los fogones apenas exige la pervivencia de los vínculos estrechos y las lealtades incondicionales. Seguiremos preparando los alimentos mientras haya cerca de nosotros alguien que merezca nuestras atenciones”. Vayamos encendiendo el horno para que no nos lo quiten.
En esta cabecera, Salvador Otamendi nos recomienda una película, y Salva no suele fallar como prescriptor. Se titula La décima víctima y se estrenó en 1965. «La maestría y originalidad de este film», nos cuenta, «radica en su premisa inicial: si quieres dar rienda suelta a tus impulsos animales y matar sin piedad tiene que ser dentro de la ley». Buena pinta, ¿no creen?
Cerramos en Aceprensa. Álvaro Sánchez León entrevista a Marcela Duque, poeta y filósofa, ganadora hace unos años del Adonais con Bello es el riesgo. De la larga conversación —que se hace corta—, rescato una afirmación de gran actualidad: «La razón humana […] es mucho más rica y misteriosa que cualquier máquina o cualquier silogismo. No hay nada en una conclusión de una deducción que no estuviera ya presente en las premisas. Pero la razón humana da saltos creativos difíciles de explicar, encuentra imágenes iluminadoras, hace descubrimientos inesperados. Allí está su naturaleza esencialmente poética». Sin acritud, ChatGPT.
Nos vemos en mayo con otra selección de textos brillantes e intemporales.