Hace unos días tuve la suerte de acudir a la presentación en sociedad de la asociación Pie en Pared junto a toda la primera línea de la política y del periodismo patrio gracias a la invitación recibida del filósofo Quintana Paz. De la mano de Marcos de Quinto y Juan Carlos Girauta nace una plataforma que difundirá ideas para hacer frente a los desmanes del gobierno de Sánchez y para dar el callo en la batalla cultural ante la oleada woke.

La junta directiva agrupaba a personajes ilustres de España, desde expresidentes autonómicos hasta economistas de renombre internacional. Todos y cada unos de ellos hacían una breve exposición de entre cinco y diez minutos señalando aquellos campos donde tan perniciosa estaba siendo la infestación progresista. Se trató de una ronda donde se daba voz a las quejas de las consecuencias últimas de esta ideología global que con la cancelación ha reinventado la censura.

Sin embargo, siendo certeros en apuntar los efectos, a mi parecer erraron tanto en las causas y, por consiguiente, en las soluciones ofrecidas no creo que sean definitivas y tengan recorrido como tal. Más allá de señalar las aportaciones neomarxistas de Gramsci o Laclau, poco más se atendió a las causas del wokismo. Es más, las contribuciones de estos dos pensadores no son tanto metafísicas sino que ellos se centran en desarrollar estrategias para imponer a posteriori unas ideas, de corte marxista en este caso. Si bien antaño el marxismo centraba su lucha en las diferencias de clases desde un punto de vista económico, desde el Mayo del 68 el plano de la lucha política ha pasado de ser materialista o económico para centrarse en lo puramente antropológico.

Aunque puntar a la antropología pudiera parecer una cuestión trascendental alejada de la política como tal, lo que hace el wokismo es ver cómo la sociedad liberal y socialista no satisface a las personas y por ello debe dar otro enfoque a la lucha política. Estas dos ideologías modernas mencionadas se centran meramente en lo económico, añorándose en ellas su faceta humana, echando en falta un cometido en la vida como tal. Las ideologías decimonónicas fracasaron al enseñar cómo la felicidad no se alcanzaba con un eficiente reparto de los recursos, de ahí que ofrecer soluciones en clave económica era algo incompleto, faltaba algo más. A partir de ello se abrió una crisis existencial que arrastró consigo el abandono al fatalismo nihilista, por el cual hay que disfrutar mucho, ya que de la vida sólo merece la pena experimentarla bajo la melodía del carpe diem. Siendo este el terreno de juego, el wokismo vería cómo reivindicar la frugalidad para elevarla a categoría de derecho permitiría un pronto apoyo ciudadano debido a que generaciones enteras habían sido educadas en el relativismo antes que en la Verdad.

Consecuentemente, la ideología woke no responde tanto a una cuestión política o económica, sino que juega sus cartas en un tablero de juego marcado por la clave existencial.  Por eso, ofrecer más democracia liberal o más libertad de mercado ―soluciones propuestas en la presentación de Pie en Pared― es demostrar que no se ha entendido de qué va esta batalla cultural. Al wokismo no se le va a derrotar ensalzando la división de poderes de Montesquieu o elogiando la mano invisible de Adam Smith. Al wokismo se le puede hacer frente reivindicando que el ser humano es feliz en torno a su familia, su parroquia o su patria. Los vínculos que tanto añora el hombre son los que deben ser reinstaurados para acabar con este nuevo totalitarismo: el ser humano debe recordar que existe el Bien y el Mal, que la muerte no es el final sino el inicio ―y por ello, el momento más importante de la vida―, que la felicidad no está en responder a tus pasiones sino en ayudar al prójimo.

Mientras tanto, dedicar esfuerzos ímprobos con el enfoque inadecuado es derrochar todo ese ímpetu, hacer que caiga en saco roto. La batalla de nuestro día no se centra en que un sistema político-económico se imponga sobre otro, sino que está en lograr llegar a los corazones de aquellos que se dejan en las manos de los promotores de esta ideología woke. Por eso, centrémonos en dar solución al problema existencial al que nos han arrastrado el relativismo y el nihilismo antes que proponer soluciones caducas para evitar que nuestra generación se despeñe en el precipicio woke.

Ricardo Martín de Almagro
Economista y escritor. Tras graduarse en Derecho y Administración de Empresas, se especializó en mercados, finanzas internacionales y el sector bancario. Compagina su actividad profesional con el mundo de la literatura. Actualmente se dedica al análisis y asesoramiento de riesgos económicos y financieros.