En la era de la comunicación inmediata, en la que los mensajes se envían y se olvidan con un gesto del pulgar, resulta casi anacrónico pensar en sobres, papel y tinta. Y, sin embargo, cada diciembre reaparece una costumbre que se niega a desaparecer: la de felicitar la Navidad mediante tarjetas físicas, todavía conocidas de forma casi universal como «christmas».
El término, tan asentado hoy en el uso común, tiene poco de tradicional desde el punto de vista lingüístico. Se trata de un anglicismo relativamente reciente que ha ido ganando terreno hasta convertirse en la palabra habitual para designar las felicitaciones navideñas, tanto en el ámbito personal como en el institucional o comercial.
Ante esta generalización, la Real Academia Española, a través de la FundéuRAE, ha recordado cuáles son las formas recomendadas en español. Aunque el vocablo puede adaptarse gráficamente como crismas o crisma, la Academia señala que las opciones preferibles siguen siendo tarjeta de Navidad o felicitación de Navidad, expresiones claras, tradicionales y perfectamente equivalentes.
Pese a ello, el uso social parece haber tomado otro camino. La RAE constata que el anglicismo se emplea con naturalidad en campañas públicas, iniciativas educativas o estrategias de marca, lo que refleja hasta qué punto la palabra se ha integrado en el habla cotidiana sin apenas resistencia.
El origen de este préstamo lingüístico es transparente: procede de la expresión inglesa Christmas card, que no aporta ningún matiz distinto al de su traducción literal al español. Precisamente por ello, la FundéuRAE insiste en que no existe una necesidad real de recurrir al término inglés cuando la lengua española dispone desde hace décadas de una denominación precisa y plenamente vigente.
Una llamada, en definitiva, a cuidar el idioma sin renunciar a una tradición que, incluso en tiempos digitales, sigue encontrando su lugar cada Navidad.
