El PP ha engañado a muchos españoles durante mucho tiempo con el asunto del aborto, entre otros. Su estrategia siempre ha sido ambigua y de inacción mientras ha tenido la posibilidad de sacar adelante un recurso sobre la inconstitucionalidad de la ley. Ahora, cuando la ventana de Overton está abierta de par en par, ya no tiene necesidad de jugar al despiste. Su presidente, Núñez Feijoo, ha dejado negro sobre blanco su posición, garantizando que «cualquier mujer que opte por la interrupción de su embarazo pueda hacerlo con la mejor atención médica y psicológica, conforme a las leyes».
Aún así, la negativa de la presidente de la comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, a crear un registro de médicos objetores de conciencia (como indica la ley), escenifica un desacuerdo, un resquicio para que el votante incauto, el de la nariz tapada, se pueda seguir aferrando a la papeleta de la gaviota sin problemas de conciencia.
El asesinato del no nacido en el vientre materno no es una cuestión que ataña sólo a lo religioso o a las creencias, pero el católico no puede sostener con su voto a ningún partido que ejecute políticas genocidas. Es obligación de los pastores de la Iglesia explicarlo con claridad a los fieles y es responsabilidad del votante cristiano asegurarse, cuando mete la papeleta en la urna, de qué dice el partido al que apoya sobre matar inocentes.