«Cásate. Ten hijos. Construye un legado. Transmite tus valores. Aspira a lo eterno. Busca la verdadera alegría». El testamento vital y póstumo de Charlie Kirk, moderado precisamente a fuerza de radical, es una llamada a la revolución frente a los enemigos de la gente corriente que encarnan un mal eterno al final aniquilado por el Bien.
Mientras quienes parecen tener por religión la política —mucho más peligroso que no profesar credo alguno— pregonan de manera estéril eso tan manido de la guerra cultural sin saber muy bien a lo que se refieren; la verdadera batalla, la espiritual, la libran cada día millones de familias anónimas que viven la vida señalada por Kirk.
Al mal no se le combate a cara de perro, sino con una sonrisa. No se le vence con odio, sino con virtud.