Impresiona cómo el Papa Francisco, el Vice-Dios en la tierra, ha podido ser una cosa o la opuesta según numerosos escrutinios de 120 caracteres acerca de sus 13 años de papado. Neoteólogos, papólogos y cristianos tan profundos como intermitentes han denunciado contrariedades por doquier en la figura del hasta ahora obispo de Roma. Muy lejanos a lo que había en realidad en el corazón de Santa Catalina de Siena, muchos de ellos han sentido suyas unas palabras que, por cierto, también fueron dirigidas a un papa. Aquéllas de, «¿por qué guardáis silencio? Vuestro silencio es la perdición del mundo». Sin embargo y como resulta evidente, ni Jesucristo venció a la muerte para debates sobre pontificados ni la Iglesia ha conseguido mantenerse en pie más de dos mil años para dar eco a palabras de división. Pero entonces, ¿y la Verdad?
Muchos han acusado que el Papa Francisco ha profundizado en una Iglesia que ha confundido el progreso humano con el Reino de Cristo. Una Iglesia que se ha desarrollado atendiendo a los problemas materiales del mundo y no a la redención de Jesucristo, a la fe y la tradición. Una Iglesia, tal y como señaló en 2018 Gómez Dávila que, «no habiendo conseguido que los hombres practiquen lo que enseña, ha decidido enseñar lo que practican». En otras palabras, y aunque con el preludio latino parce sepulto (respeta al sepultado), otros han subrayado que el Santo Padre recién fallecido fue tan sólo «un hijo de su tiempo» y de ahí sus peculiaridades «y sus carencias». Una Iglesia que se ha preocupado por la renta básica universal, por la apertura de fronteras y el empoderamiento de las minorías, al tiempo que no ha revertido una situación posconciliar en la que las iglesias y los seminarios se han vaciado.
Otros han entendido el pontificado del Papa Francisco desde el prisma de Teresita de Lisieux, «todo es gracia», y han confiado en que «todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). Una comprensión desde luego menos beligerante y que bien nos trae a reflexionar sobre lo escrito en Jn 5,43: «Yo he venido en nombre de mi Padre, pero no me aceptáis; si viniera otro en su propio nombre, a ese lo aceptaríais». Esto es, aquéllos que han desechado al completo o han criticado ferozmente las palabras del Papa Francisco, ¿qué harán si el próximo Santo Padre tampoco le es de su agrado? ¿Cambiarán de centro de salud o aceptarán que son miembros de una Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica?
Donoso Cortés ya subrayó la esencia del catolicismo, que no es otra sino Jesucristo y no las notas de evaluación de los pontificados. Un catolicismo perenne en los últimos dos mil años con unos y también con otros. Según el extremeño, «el catolicismo dejaba las formas y mudaba las esencias, pues los romanos siguieron siendo romanos y los germanos, germanos, (…) pero la Iglesia no recibía el equivalente a lo que daba, como quiera que recibiese algo que era puramente exterior y que había de pasar como un accidente, mientras que daba algo de interior y de íntimo, que había de permanecer como una esencia». Es decir, que independientemente de los tiempos, con una Cátedra u otra, la Iglesia Católica ha permanecido y nos ha regalado 266 papados desde San Pedro que han dado su vida por Cristo y negarlo, sólo sería soberbia.
De diferencias está llena —sin ir más lejos— la oración del Padre Nuestro, oración más cotidiana entre quienes creemos. Mateo da comienzo con la invocación «Padre Nuestro», Lucas con el vocativo «Padre». Mateo presenta seis o siete peticiones, mientras que Lucas sólo habla de cinco. Mientras Mateo utiliza la palabra «deudas», Lucas emplea «pecados». Por otro lado, Mateo pide el pan mediante un imperativo aoristo —tiempo verbal que en griego indica una petición puntual («da»)— y el tercer evangelista recurre al presente, un tiempo que indica continuidad («sigue dándonoslo»). Con todo ello, nadie se ha atrevido a decir si tal evangelista fue mejor. Lo que hubo y lo que hay son diferencias y, en medio, Cristo. Entre Santa Marta y Santa María la Mayor sólo puede quedar la oración. Oración por quiénes fueron Cátedra de San Pedro y oración por los que hoy van con el rojo escarlata. Para debate, el que tiene hoy el Espíritu Santo preparado.