Sobre el imperio de la ley

'Sobre el imperio de la ley', de Javier Cremades, erige dos diques de contención indispensables: la judicatura y el derecho a una información veraz

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«Cum domino pax ista venit», dice Lucano en su Farsalia: bajo el manto dorado de la nueva era alumbrada por Augusto, moría la libertad y llegaba, por fin, la paz del despotismo. Nada nuevo bajo el sol: desde la Antigüedad hasta los totalitarismos del siglo XX, cabalga a través de los siglos el mismo sofisma. A lo largo de la historia, la crisis de los sistemas políticos ha derivado en la definitiva deslegitimación, ora violenta, disfrazada las más veces, del Estado de derecho. Y es que la democracia liberal no excepciona esta deriva, como muy oportunamente nos advierte la reciente publicación de Sobre el imperio de la ley (Galaxia Gutenberg), de Javier Cremades.

Frente a ello, Cremades habla alto y claro desde la primera frase: «El imperio de la ley es la única alternativa al imperio de la fuerza». El poder político, por propia naturaleza, tiende a perpetuarse y corromperse, y su ejercicio sólo es legítimo en tanto que está fundamentado y limitado por el derecho. El derecho, una de las conquistas más bellas, eximias y esforzadas del proceso de civilización, se encuentra amenazado por nuevos agentes: ya no se trata de la confrontación directa de ideologías totalitarias como el comunismo o el nazismo, sino de la corrupción interna del propio sistema democrático a través de factores como el falseamiento constitucional, la inseguridad jurídica, la promoción de la desinformación y la ignorancia o la censura.

Sobre el imperio de la leyAparte de una claridad meridiana en el análisis de temas jurídicos y su aplicación en coyunturas políticas de por sí complejas, el libro sigue el orden oportuno y alcanza una armonía integral. Por un lado, define los rasgos del Estado de derecho ideal, basándose en principios irrenunciables como el control jurídico pleno, el pluralismo y la justicia como fin último de un sistema constitucional antropocéntrico, es decir, apuntalado sobre la dignidad de la persona. Por otro lado, disecciona los mecanismos de falseamiento constitucional presentes, por desgracia, en diversas realidades políticas: un amplio abanico de patologías que van desde la propia desconstitucionalización o el adormecimiento de los órganos de control hasta el abuso de la legislación de urgencia.

Una vez asentados los presupuestos teóricos, la obra desciende al tablero geopolítico e ilustra cómo opera este «socavamiento calculado» en la práctica. A través de un recorrido que transita por la deriva autoritaria de Venezuela y Nicaragua, paradigmas de ese populismo constitucional que utiliza la democracia para desmantelarla desde dentro, o el ataque frontal a la independencia judicial en México, Cremades advierte de una pandemia política (la demagogia) infiltrada asimismo en otras democracias consolidadas, como es el caso de los Estados Unidos o Israel. Dicho análisis aterriza inevitablemente en la realidad española, donde el autor examina fenómenos como el procés o el debate sobre la amnistía mediante un conocimiento y técnica jurídica impecables. Aquí, nos alerta sobre los riesgos de la desviación de poder y la incerteza de leyes que, carentes de previsión constitucional explícita, podrían vulnerar la igualdad al convertir medidas de gracia en herramientas de oportunidad política.

Ante este panorama de asedio creciente y multilateral, el libro erige dos diques de contención indispensables: la judicatura y el derecho a una información veraz. Respecto al primero, se defiende una independencia judicial sin fisuras, alejada tanto del activismo político como de las presiones gubernamentales, donde la figura del juez se encuentra sometida únicamente al imperio de la ley como garantía última de libertad. Respecto al segundo, y citando a Pulitzer, Cremades subraya que las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa; o lo que es lo mismo hoy, según la batalla actual por la información a partir de medios como las redes sociales. En una era marcada por la digitalización y abierta a los peligros exponenciales de una sociedad desintermediada —tema, por cierto, abordado ya en su previo libro Micropoder (Espasa)— una opinión pública veraz se torna, aparte de un derecho ampliamente reconocido, una exigencia fundamental, necesitada de una adaptación jurídica proactiva.

Así, Cremades logra refutar, contundente, la sentencia inicial y fatalista de Lucano: «La paz sin derecho sería una falsa paz, puesto que sólo estaría apoyada en la fuerza. Y la fuerza sólo es legítima si se ejerce conforme a derecho». Todos tenemos el derecho y la responsabilidad de defender el imperio de la ley frente a sus enemigos en la hora oscura. No lo olvidemos: «Vigilantibus non durmientibus iura sucurrunt». «Vigilando y no durmiéndose se protegen los derechos».

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