Populares y socialistas europeos insisten a través de la opinión publicada en recuperar el viejo hábito continental de hablar de la guerra. Desde Bruselas, con Ursula von der Leyen como principal voz no precisamente autorizada, se promueve un discurso entre el miedo y una suerte de épica del rearme, como si la paz dependiera de los billones de euros sustraídos de los bolsillos de los trabajadores o del último recurso estílisto.
Ese lenguaje de poíticos y periodistas representa exactamente lo contrario del espíritu que dio sentido al proyecto europeo: cooperación, comercio, paz. Bajo la apariencia de un rearme repentino que en nada transmite prudencia, normalizan la idea de una guerra inevitable. Mientras, Europa demuestra su irrelevancia en el mundo. En conjunto y cada Estado miembro después de haber diluido su soberanía en el magma globalista.