La moderación deja sociedades ingobernables

La dimisión del primer ministro Sébastien Lecornu, apenas unas horas después de anunciar su Gobierno, ha llevado hasta las puertas del Elíseo la crisis que Emmanuel Macron creía haber contenido en la Asamblea. Francia suma tres gabinetes caídos en poco más de un año. El macronismo es el símbolo perfecto de esa moderación tecnocrática que ni reconcilia ni gestiona.

Su espejismo arrogante se refleja en Pedro Sánchez, Giuseppe Conte, Leo Varadkar, Rishi Sunak o Justin Trudeau. Actores que encarnaron falsas promesas de sensatez y gestión para búmers y tibios, degeneradas en inseguridad, crispación y desesperanza. Gobernar a base de gestos, márquetin y polarización es sólo una coartada para imponer agendas ideológicas sin respaldo real.

El resultado es visible en todo Occidente más allá de las buenas palabras: parlamentos ingobernables, sociedades envilecidas y persecución del sentido común. El supuesto pragmatismo de Macron, como el de sus pares, no ha reconciliado a nadie, sólo ha demostrado que la mentira sigue siendo un arma revolucionaria, totalitaria, ahora disfrazada de moderación.

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