Que mis textos celebren lo bueno y rediman lo malo. Con eso me basta.
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Dice Enrique García-Máiquez que el aforismo es el esprint de la literatura. Yo diría que también su bostezo, porque es un género que sólo los vagos cultivamos.
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La misión del escritor: que la carne vuelva a hacerse palabra.
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El hombre no es ni como lo imaginaba Rousseau, cándido, ni como lo imaginaba Hobbes, cainita. Probablemente su esencia esté a medio camino entre lo que es mientras reza y lo que es mientras conduce.
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El materialista y el espiritualista coinciden en su concepción de la carne. Para ambos es tan sólo lo que parece.
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La prueba del nueve del platónico: que esté dispuesto a interrumpir una lectura, incluso la de su maestro, para mantener un diálogo.
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Propongo que a la pereza se la conciba más como virtud que como vicio. No hay mejor antídoto contra el pecado.
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Veo más sabiduría en quien se expresa con refranes, frases hechas, tópicos que en quien pretende ser original a cada instante. El primero es un enano que se encarama a hombros de gigantes, sus ancestros; el segundo, un enano que, por creerse gigante, está abocado al ridículo.
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¿Cómo entregarme a la desesperanza habiendo visto un árbol florecer junto a un edificio en obras, entre andamios metálicos y polvo en suspensión?
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Creer en Dios no consiste tanto en creer en lo invisible como en creer en eso a lo que todo lo visible nos remite.
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Ni médicos, ni psicólogos, ni farmacéuticos. Desconfío de todos las profesionales cuyo bien depende del mal de sus clientes.
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Los conocidos nos regalan lo que nos gusta, apetece, deseamos; los amigos se esmeran un poco más y nos regalan lo que nos va a hacer bien.
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Bajo su apariencia de misericordia, en la abolición del castigo que promueve nuestra época entreveo una sonrisa cruel, casi sádica: la del hombre que se abstiene de corregir la maldad ajena porque disfruta secretamente de ella.
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No hay contradicción entre justicia y misericordia. La justicia consiste en darle a cada uno lo que corresponde, y ¿qué le corresponde a un ser miserable como el hombre sino la misericordia?
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Si bien no puedo prometerte que no sufrirás a mi lado, te prometo algo más grande: que, cuando sufras, estaré ahí para hacerlo contigo.