Revoluciones sistémicas

El primer ministro francés, François Bayrou, ha generado polémica recientemente al criticar a la generación búmer por priorizar su confort a expensas de los más jóvenes, obligadas a asumir una deuda pública masiva, defendiendo así la necesidad de la solidaridad intergeneracional.

Desde entonces —correlación no es causalidad, pero apesta—, hemos ido viendo a la Gen Z en Nepal rebelarse, nos cuentan, contra la corrupción, los privilegios de los nepokids y que les quitaran el TikTok, con el resultado del derrocamiento del gobierno autoritario de KP Sharma Oli y varios muertos.

La misma generación, esta vez con el código telefónico del país como distintivo (GenZ 212), exige inversiones en salud y educación y protestan por el gasto económico del Mundial 2030 en Marruecos. Podríamos seguir con India, Madagascar, Indonesia o Perú, donde exigen la renuncia de la presidente Dina Boluarte y protestan, nos cuentan, contra corrupción, el crimen organizado y la reforma de las pensiones.

Gobiernos de distintos signos políticos, «revolucionarios» de Discord, reivindicaciones manufacturadas. Lo generacional es el nuevo sujeto revolucionario, uno prefabricado. Se trata de un espantajo que se agita convenientemente para fracturar a la sociedad. El enfrentamiento generacional es espurio, aunque haya reivindicaciones fundadas —toda herejía tiene una base verdadera—. El objetivo es dirigir la ira de una generación sin futuro hacia otro grupo de población para que, de esta forma, no miren a los verdaderos culpables de su situación.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.