La historia del matrimonio entre Carl Friedricksen y Ellie en Up es una de las más bonitas y conmovedoras que se hayan contado en el cine. No creo que esta afirmación pueda generar dudas al respecto ni tampoco considero que se pueda abrir un debate sobre ello. Las cosas como son y al César lo que es del César. Los escasos minutos que dura Married life son una obra maestra del cine, no sólo del siglo XXI, sino de toda su historia. Y son una obra maestra por su humanidad, porque compartes la felicidad y la tristeza que te muestra, porque no se dice ni mu y te lo están contando todo. Porque, en fin, sin caer en ese sentimentalismo inadmisible tan fácil y socorrido, te cuentan una historia de amor que bien podría ser la tuya.

Tras el flashazo que cierra la boda de Carl y Ellie, se enciende la gramola y comienza la música de Giacchino. Y tú ves a Ellie y piensas en ella, o ves a Carl y piensas en él. Es posible que tu familia sea como la de ella, de lanzar unos disparos al techo en celebraciones o, por el contrario, como la de él, aplaudiendo por lo bajini. Quizá recuerdes lo diferentes que sois entre vosotros y cómo a ti te cuesta subir colinas que ella sube de un brinco. O pienses en ti, torpe, poniendo tu manaza en el buzón recién pintado, y en cómo tienes a alguien que hace de ese despiste, de esa torpeza, algo inolvidable, y que calca su pequeña huella junto a la tuya. Después, sus sueños e ilusiones son los vuestros, la casa que siempre habíais imaginado, uno o dos bebés, el síndrome del nido, viajar a aquel lugar, leer juntos. He visto pocos gestos con más amor, confianza, ilusión y ganas que colocar un par de sillones juntos para leer cogidos de la mano. Leer juntos cogidos de la mano. Vaya.

Pero la vida pasa a golpe de nudos de corbata y siempre hay contratiempos. Que si un pinchazo, que si se cae un árbol sobre la casa, que si una operación. Qué le vamos a hacer, la hucha se llena y se vacía, pero ellos están. Y están en las duras y en las maduras. En la salud y en la enfermedad. En lo bueno y en lo malo. En todo. No les es difícil, es que están enamorados y no cuesta ningún esfuerzo estar ahí, el uno para el otro.

La vida de Carl y Ellie no sólo les pone contratiempos, les aprieta y parece ahogar. Ya lo saben. Pero les decía que el tiempo va pasando a golpe de ajustarle el nudo de la corbata y ahora, los dos pelo blanco y gafas, sin haber dejado de vender sus globos, bailan cada noche. Ella le planta de vez en cuando un beso en la mejilla y él sonríe al verla. Seguro que siguen leyendo juntos. Apenas unos segundos y se les ha escapado el tiempo. Es entonces cuando él, limpiando, descubre aquella vieja fotografía de la Ellie niña, de la que se enamoró con un «caray» y mira a la Ellie anciana, que le sigue sacando aquel «caray». Se va a la agencia de viaje y compra esos pasajes a Venezuela que han estados postergando toda su vida. La lleva a aquella colina y él ahora la sube rápido, ligero, pero ella, bueno, ojalá un fundido. Y todo te rompe en mil cuando la mano de ella, encamada, acaricia la mejilla de él, donde tantos besos le habrá puesto. Ahora a Carl sólo le queda esperar.

Es entonces cuando recuerdo cómo un buen amigo utiliza con frecuencia la expresión que algo es «como la vida misma» y pienso que a medida que me voy creyendo viejo me doy cuenta de qué es lo que quiere decir con esa comparación. Creo ahora poder comprender que algo se parece a la vida misma cuando es contradictorio, cuando es difícil de digerir, cuando es un trago amargo y te deja hecho polvo, cuando no es como lo planeábamos, cuando resulta impredecible, cuando no sabes qué hacer y nada te alivia, cuando te deja fuera, cuando dejas de querer; pero claro, también cuando te hace feliz, cuando te sientes capaz de todo, cuando eres tú mismo, cuando resistes, cuando encuentras un libro en el mercadillo o escuchas una canción mil veces seguidas, cuando vuelves a ser un niño y recuerdas a alguien, cuando estás con esa persona, cuando quieres. La historia de Carl y Ellie, esos cuatro minutos diez que dura Married life, no es que sea como la vida misma, sino que es la vida misma. Y pasa muy rápido.