Apenas 50 kilómetros al noroeste de Budapest, a orillas del Danubio, la ciudad de Esztergom se reivindica como uno de los centros del mapa cultural europeo. Con algo menos de 30.000 habitantes y un pasado que se remonta a la época romana, la antigua capital del Reino de Hungría combina la solemnidad de su patrimonio con el dinamismo de un destino cada vez más frecuentado por nacionales, parada obligatoria de cruceros fluviales.
Sobre la colina que dominaría Strigonium, frente a la actual Eslovaquia, el príncipe Géza hizó el lugar en capital del emergente Reino de Hungría en el año 972. Allí nacería y se coronaría su hijo, San Esteban, en el año 1000. La invasión mongola de 1241 obligó a trasladar la corte a Buda, pero Esztergom mantiene la catedral primada y, de alguna manera, su peso simbólico. El dominio otomano (1543-1683) y varias destrucciones posteriores apenas mellaron esa condición: cada reconstrucción añadió una capa más al denso palimpsesto urbano que hoy asombra al visitante.
La silueta de la Basílica, el mayor templo del país, catedral primada, y una de las cúpulas más altas de Europa, marca el skyline de la ciudad. Construida entre 1822 y 1869 sobre la colina del castillo, la iglesia conserva la pintura sobre lienzo más grande del continente, obra del italiano Michelangelo Grigoletti. Desde su terraza panorámica se abarca la imponente Curva del Danubio, un paisaje que fue frontera del Imperio durante siglos y que ahora representa la Europa de verdaderas fronteras abiertas y seguras —entre semejantes— a través del puente Mária Valéria. La pasarela de acero, dinamitada en 1944 y reconstruida en 2001, permite cruzar a pie o en bicicleta a Eslovaquia.
El Castillo Real alberga el Museo del Danubio, dedicado a la arqueología y a la memoria de San Esteban. A sus pies, calles adoquinadas y cafés de estilo boho conviven con un todavía algo discreto pero creciente número de hoteles boutique que facilitan estancias de una o dos noches, más allá de la típica escapada de un día desde la capital.
El flujo de visitantes se ha triplicado en la última década, una tendencia que ha obligado a ampliar servicios, desde senderos señalizados a un moderno centro de información turística instalado en los antiguos cuarteles del siglo XVIII. Mientras Hungría hace por diversificar su oferta cultural y turística, para no depender en exclusiva de Budapest, Esztergom se presenta como su opción más histórica. «Aquí empezó todo», recuerda un panel en la plaza Széchenyi. Aunque la corte abandonó la ciudad hace ocho siglos, el eco del origen regio sigue reververando entre muros, cúpulas y las aguas del Danubio.