Liliana Śmiech: «A Polonia le llevó diez años entrar en la UE sin guerra, corrupción ni políticas opacas. Ucrania no cumple ninguna de esas condiciones»

Polaca y residente en Hungría, es una de las jóvenes más influyentes en Europa Central ahí donde se encuentran lo político y lo académico en materia de energía y geopolítica

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Liliana Śmiech es una de las jóvenes más influyentes en Europa Central ahí donde se encuentran lo político y lo académico en materia de energía y geopolítica. Licenciada en Negocios Internacionales y en Estudios Energéticos, es directora general de Asuntos Internacionales en la Universidad Ludovika. Antes presidió el think tank Warsaw Institute y ahora dirige su consejo fundacional.

Polaca y residente en Hungría, es una habitual de encuentros internacionales, como la última edición del MCC Feszt, celebrada en la ciudad húngara de Esztergom, donde hablamos de Polonía, de Hungría, de Visegrado, de energía y —qué remedio— de Bruselas, siempre de Bruselas, y de sus planes para someter la soberanía polaca, la húngara y la de todo Visegrado llegado el caso.

Dos años después del inicio del mandato de Donald Tusk, ¿cómo va la «restauración del Estado de derecho» en Polonia?

Desde la perspectiva de Bruselas, no hacía falta hacer gran cosa. Lo único realmente necesario para desbloquear la financiación y levantar las sanciones era contar con un gobierno alineado con la agenda de Bruselas. Y eso fue lo que ocurrió. En realidad, no se produjo ningún cambio de fondo, al menos no en el sentido que las élites europeas exigían al anterior gobierno conservador. Ahora, tras dos años, y a pesar de una reciente remodelación ministerial, la pregunta sigue siendo qué significa realmente «Estado de derecho». Es un término político, muy utilizado por Bruselas, pero sin una definición práctica clara.

¿En Polonia se emplea ese término mientras se aplican métodos que contradicen lo que solemos entender por Estado de derecho?

Exactamente. Basta ver cómo trataron a personas vinculadas al anterior gobierno. No sólo a políticos —ni siquiera me refiero a ellos—, sino a trabajadoras de organismos públicos. Algunas fueron arrestadas durante meses, sin poder contactar con sus familias, con la luz encendida por la noche. No eran responsables de nada. Su detención parece haber sido más bien un espectáculo político para demostrar que se hacía algo, ya que no lograron detener al exministro de Justicia ni al ex primer ministro. Así que se cebaron con personas vulnerables sin poder de decisión.

¿Los polacos son conscientes de lo que ocurre en su país?

Cada vez más. La decepción quedó patente en las recientes elecciones presidenciales, que fueron una clara señal de rechazo al gobierno de Donald Tusk y a él personalmente. Eso fue, seguramente, lo que le llevó a reestructurar el gobierno. Pero las elecciones reflejaron además un fenómeno más amplio. En la primera vuelta, los jóvenes no votaron ni a Ley y Justicia ni a Plataforma Cívica. Apoyaron a los candidatos que los medios califican como «extrema derecha» y «extrema izquierda»: Adrian Zandberg y Sławomir Mentzen. Después, ese voto se concentró en Karol Nawrocki.

¿Deberíamos esperar que esos partidos sigan creciendo?

Seguramente por el lado de la derecha. Rechazo esa etiqueta de «extrema». A los medios les encanta encasillar. Pero lo cierto es que la gente está frustrada. Algunos partidos, como Confederación de Libertad e Independencia, han sabido canalizar ese descontento, sobre todo en cuestiones como los refugiados ucranianos. Por eso captaron tanta atención durante la campaña electoral.

¿En Ley y Justicia respiran aliviados porque hay otro partido ahora señalado como «extrema derecha»?

Ley y Justicia no podrá gobernar sólo. Necesita identificar posibles aliados. Afortunadamente, aún hay tiempo. Están trabajando mucho: Jarosław Kaczyński recorre el país sin parar. Mientras tanto, Donald Tusk está de vacaciones, montando a caballo con sus nietos. No tengo nada en contra de eso, pero quizá no sea la imagen que espera ahora la ciudadanía de su primer ministro.

¿Qué ha cambiado realmente para el polaco de a pie desde la llegada de Tusk al poder?

Para los padres, mucho, sobre todo en la educación. Se han prohibido los deberes, se han eliminado libros del currículo. Eso empobrece la enseñanza, reduce la capacidad crítica. Favorece una sociedad más vulnerable, incluso más ignorante. Además, ha aumentado la presencia de inmigrantes en las ciudades y la inseguridad. Todo esto siguiendo directrices de Bruselas, como la aceptación de 20.000 migrantes, lo que ha generado protestas en casi todas las grandes ciudades. No hablo de migrantes legales o con trabajo, sino de inmigración irregular y descontrolada.

Desde Bruselas se alegó una emergencia. Pero estas reformas parecen estructurales, a largo plazo, no medidas urgentes.

Exactamente. Entonces la pregunta es: ¿cuánto tiempo quiere gobernar el señor Tusk? La gente está frustrada. Lo que se está haciendo no ayuda. Ya se habla incluso de elecciones anticipadas. Los próximos dos años serán clave.

¿Existe la sensación entre los polacos de que se está perdiendo soberanía nacional?

Sin duda. El gobierno anterior, aunque acabó aceptando los objetivos climáticos europeos, mantenía una voz propia. Ahora no estoy segura de que la posición de Polonia se distinga mucho de la del canciller alemán o la presidenta de la Comisión Europea.

¿Qué papel jugó la guerra de Ucrania en el resultado de las últimas elecciones?

Un papel importante. La gente está cansada de la guerra, de la inflación, de los precios energéticos. Las sanciones a Rusia no están funcionando. Fingimos independencia energética, pero en realidad compramos a países que a su vez compran a Rusia, sólo que más caro. La guerra no fue el único tema: también se debatió la posible adhesión de Ucrania a la UE. Karol Nawrocki fue tajante: no es viable ahora mismo. Las encuestas confirman que la mayoría de los polacos piensa lo mismo. A nosotros nos llevó diez años entrar en la UE, sin guerra, sin corrupción ni políticas opacas. Ucrania no cumple ninguna de esas condiciones.

¿Ha cambiado la opinión pública sobre Ucrania desde entonces?

No sobre el pueblo ucraniano, pero sí sobre Ucrania como Estado. Seguimos ayudando, la solidaridad persiste. Pero hay agotamiento. La guerra no tiene fin a la vista. Y nunca una guerra ha terminado con una escalada. Hace falta diálogo entre líderes. Ahora mismo, ambas partes están atrincheradas.

¿No el deseo de paz, pero sí la vía para lograrla?

Así es. Nadie esperaba que esto durase tanto. Ahora parece que no hay rumbo.

¿Ni siquiera los líderes de Ley y Justicia vieron venir un conflicto tan duradero?

No lo sé. Pero lo que se necesita ahora es realismo y estrategia. En Polonia solemos actuar con mucha emoción. A veces es positivo. Al principio abrimos nuestras casas a los refugiados. No hubo campos. Eso fue admirable. Pero ahora necesitamos sangre fría.

¿Qué impacto han tenido la guerra y las últimas elecciones en la cooperación del grupo de Visegrado?

Está en evolución. Se avecinan elecciones en Chequia. En Polonia hay nuevo presidente. Una de sus primeras entrevistas fue para el medio húngaro Mandiner. Eso ya indica algo. Soy optimista. Los líderes conservadores valoran la unidad regional. Creo que Karol Nawrocki es uno de ellos.

¿Serán más fuertes los lazos entre los países de Visegrado en lo que dependa de Nawrocki que aquello que trate Tusk?

Eso espero. A nivel humano, los lazos ya son muy sólidos. Soy polaca y vivo en Budapest. Hay una conexión real. Los obstáculos han sido políticos, no culturales.

Desde el sur de Europa, vemos a Tusk como un producto de Bruselas. ¿También se percibe así en Polonia?

Es un político hábil, sabe aprovechar los momentos. Pero su visión es cortoplacista. No ganó realmente; supo formar una coalición en el momento oportuno, y su alianza no es estable. No se puede gobernar con partidos que van de la extrema izquierda al centroderecha. Crear ministerios no garantiza cooperación.

¿Se está preparando una estrategia similar en Hungría para tratar de sacar a Viktor Orbán del poder y colocar a un títere de Bruselas?

Sin duda. Péter Magyar, el principal candidato opositor, cuenta con el respaldo de Bruselas. Lo mismo ocurrió en Polonia. El gobierno húngaro conoce bien esa estrategia. Están intentando unificar la oposición en torno a Magyar, pero muchos partidos no se fían de él. Y no olvidemos que ha sido acusado de violencia doméstica. Es absurdo confiarle un país a alguien con ese historial.

Y, sin embargo, Magyar es el elegido por Bruselas para enfrentarse a Orbán…

Por lo visto. Lo cual resulta triste y sorprendente.

¿No había nadie más presentable?

Aparentemente no.

¿Se puede descartar la vía rumana en Hungría?

Lo preocupante es que Bruselas logró anular elecciones en Rumanía porque no le gustaban los resultados. Es muy preocupante. Un precedente muy peligroso. Pero creo que los votantes húngaros no se dejarán manipular fácilmente.

Tras el acuerdo entre Ursula Von der Leyen y Donald Trump,no entre Europa y los Estados Unidos, ¿qué les espera a países como Polonia?

Ese acuerdo deja claro lo débil que es Bruselas. ¡Y lo estratega que sigue siendo Trump! La cuestión energética en Europa es delicada. Muchos países ni siquiera han presentado sus planes nacionales de energía y clima. Bélgica, por ejemplo. Y entre los que sí lo han hecho, pocos cumplen los «objetivos climáticos».

Entonces, ¿para qué sirve esa política además de para sacar el dinero del bolsillo de la gente corriente?

Quizá haya llegado el momento de que cada país defina sus prioridades. Seguimos siendo 27 Estados soberanos, aunque algunos no lo quieran reconocer. La política energética europea es impredecible, marcada por ideas caóticas tanto desde Bruselas como desde Washington. Nuestros políticos deben recordar que la energía debe ser asequible y fiable. Es su obligación.

¿Eso es posible en Polonia?

Queda trabajo por hacer. El carbón sigue siendo clave en nuestro mix energético. Pero si nos obligan a pagar sanciones y tasas de emisiones, acabaremos en quiebra. Necesitamos medidas inteligentes que aseguren una energía segura y asequible.

¿Las próximas elecciones serán más favorables a la derecha polaca?

Prefiero no tener grandes expectativas. Es mejor sorprenderse para bien que para mal. Pero, viendo el trabajo de los partidos conservadores y el estado de ánimo del país, diría que, si Ley y Justicia logra formar coalición, podría ganar perfectamente.

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