La escala humana de Marín-Blázquez

'Una escala humana' nos abre el campo de reflexión, nos obliga a crecer, nos interpela como individuos y como sociedad

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Marín-Blázquez repite con Monóculo y Monóculo repite con Marín-Blázquez. Sus lectores se lo agradecemos a ambos. Si bien en El Equilibrio de las cosas y otros relatos pudimos disfrutar de una prosa minuciosa, como un trabajo de orfebrería, al servicio de la ficción narrativa —con el tema central de la adolescencia y sus cuitas—, en esta ocasión nos presentan una recopilación de artículos de opinión.

La calidad literaria es la misma, claro está. Deslumbra igual. Sin embargo, Una escala humana nos abre el campo de reflexión, nos obliga a crecer, nos interpela como individuos y como sociedad. La evocación de la infancia y la paternidad, magistralmente tratadas, nos ponen delante del espejo y recolocan las prioridades de un mundo que ha perdido su eje. La editorial agrupa los distintos artículos en tres secciones (Reflexión, Combate e Intimidad) y en cada una de ellas encontramos esperanza.

Carlos Marín-Blázquez detecta con precisión quirúrgica los males de nuestro tiempo y no renuncia a la encomiable labor de tocar la campana de incendios. Lo hace buceando en el alma humana, con una escritura prolija y desde la gratitud hacia quienes le leen. Podrán suscribir mis palabras aquellos que conozcan al escritor y profesor —y sus fieles lectores hacerse una idea—: Carlos escribe como es. No hay mayor gozo que descubrir esa coherencia en un autor. Así pues, propone virtudes que practica, anhela un mundo que contribuye a devolvernos y denuncia todo aquello que, en conciencia, sabe que destruye el alma humana.

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