San Millán de la Cogolla se prepara para recibir en 2026 una de las grandes citas culturales del español. El monasterio de Yuso acogerá, durante la segunda mitad del año, una exposición de alcance internacional dedicada a la historia, la proyección y los desafíos del español como lengua, con una duración mínima de tres meses.
San Millán, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, es mucho más que un conjunto monumental. Sus muros custodian las primeras palabras en lengua romance, las célebres Glosas Emilianenses, y la obra del primer poeta castellano conocido, Gonzalo de Berceo, monje del cercano monasterio de Suso. Pocas geografías concentran tanta densidad simbólica para explicar los orígenes de un idioma que hoy hablan casi 600 millones de personas.
La exposición no será un hecho aislado, sino la culminación de un ambicioso proyecto de restauración y ampliación de los espacios visitables del monasterio de Yuso. Las obras comenzarán en octubre y supondrán una inversión global superior a los 2,6 millones de euros. Entre las actuaciones previstas figuran la instalación de un ascensor, la rehabilitación de antiguas dependencias monásticas, la climatización de salas destinadas a exposiciones temporales, la restauración de retablos, lienzos y esculturas, así como mejoras en la iluminación y en el tratamiento de humedades.
Las Glosas Emilianenses son un conjunto de anotaciones manuscritas realizadas hacia el siglo XI en los márgenes y entrelíneas de un códice latino custodiado en San Millán de la Cogolla. Redactadas por un monje anónimo, recogen explicaciones en un incipiente romance hispánico y en vascuence para aclarar el texto latino a los lectores de la época. Su importancia es capital: constituyen el primer testimonio escrito de ambos idiomas, y marcan el inicio documentado de la transición del latín hacia las lenguas vernáculas de España.
Además, se abrirán al público espacios hasta ahora inaccesibles, incluida la torre de Yuso, que afrontará un proyecto de rehabilitación específico valorado en más de un millón de euros. La idea es que los más de 100.000 visitantes que cada año recorren este enclave encuentren un San Millán ampliado, preparado para acoger a un público aún más numeroso.
El proyecto aspira a que las Glosas Emilianenses puedan regresar temporalmente a su lugar de origen para la exposición. Custodiadas en la Real Academia de la Historia, en Madrid, su traslado depende del dictamen de especialistas en conservación. La futura muestra pretende articular un relato total sobre la lengua: desde el origen medieval con las glosas y la poesía de Berceo hasta los vínculos con América, pasando por la literatura del Siglo de Oro y las proyecciones contemporáneas.
Una lengua viva
San Millán de la Cogolla se ha consolidado en las últimas décadas como lugar de encuentro del hispanismo internacional. Desde 1992 alberga la sede de la Fundación San Millán, y en numerosas ocasiones ha reunido a filólogos, escritores y académicos en torno a congresos sobre la lengua. Con esta exposición, el monasterio aspira a dar un paso más: no sólo ser símbolo de los orígenes, sino escaparate del presente y el futuro del español.
La comunidad de Agustinos Recoletos, responsable del monasterio, ha accedido a abrir espacios clausurados durante siglos. La comunidad, depositaria de una tradición espiritual milenaria, es también aliada de un proyecto cultural que pretende proyectar San Millán más allá de sus muros.
El reto no es menor. Pocas veces un enclave patrimonial ha asumido una tarea tan amplia: contar la historia de una lengua y a la vez mostrar su vitalidad en el siglo XXI. En un momento en que el español consolida su papel como segunda lengua de comunicación internacional, la cita de San Millán de 2026 busca subrayar que todo comenzó en este valle riojano, en unas anotaciones marginales humildes, escritas por un monje anónimo hace mil años.
La exposición quiere ser, en suma, un viaje que conecte pasado y futuro, piedra y palabra, manuscrito medieval y pantalla digital. Y que recuerde al visitante que en San Millán, entre claustros y montañas, el español empezó a dejar constancia escrita de su existencia.