Que Sijena vuelva a Sijena

El robo de las pinturas de Sijena es una muestra más de colonialismo del separatismo catalán sobre el resto del viejo Reino de Aragón

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Las pinturas del Monasterio de Sijena no fueron trasladadas ni donadas ni vendidas. Fueron robadas. Lo que se cometió fue un expolio y una salvajada. Un crimen que sigue sin repararse. Mientras permanecen expuestas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), su lugar legítimo, el monasterio aragonés donde fueron creadas en el siglo XIII, sigue esperando que el separatismo haga algo a lo que no acostumbra: acatar sentencias judiciales.

La madrugada del 22 de julio de 1936, en los primeros compases de la Guerra Civil, milicianos anarquistas de la CNT irrumpieron en el monasterio de Sijena. Las religiosas tuvieron que esconderse en casas del pueblo, la iglesia y el claustro fueron quemados, y su patrimonio, destruido o saqueado. Entre lo poco que sobrevivió a la barbarie, los frescos románicos de la sala capitular, fechados en el siglo XIII, considerados una joya única de la pintura mural.

Entre 1960 y 1970, el restaurador Josep Gudiol, con financiación de la Diputación de Barcelona y respaldo del MNAC, arrancó de las paredes lo que quedaba y se lo llevó a Cataluña. No existió venta válida, ni autorización eclesiástica legítima. La comunidad religiosa ya no residía en el monasterio y no tenía capacidad legal para disponer de los bienes. Pese a ello, las pinturas fueron arrancadas y trasladadas sin título de propiedad. Su permanencia en el MNAC es fruto de ese acto irregular.

Los tribunales han sido contundentes. Desde 2015, varias sentencias del Juzgado de Huesca han ordenado la restitución de los bienes al monasterio. Aunque las pinturas siguieron un proceso jurídico paralelo al del resto del patrimonio, el fondo es idéntico: fueron sustraídas en condiciones inaceptables, sin respaldo legal. Los recursos y apelaciones presentados por la Generalitat sólo han dilatado lo inevitable.

Las pinturas fueron concebidas para el monasterio, no para un museo. Su valor es mucho más que artístico, también es espiritual y arquitectónico. Separarlas de su contexto original es mutilar su sentido. El MNAC las muestra fuera de escala, recortadas, aisladas. Verlas allí es como contemplar fragmentos de un templo sin altar.

El monasterio, tras años de abandono, fue restaurado y puede albergar de nuevo sus obras. El argumento de que «en Barcelona están mejor conservadas» es una excusa de mal pagador. El regreso de las pinturas no sólo haría justicia, sino que revitalizaría cultural y económicamente una comarca castigada por la despoblación.

Aunque se podría hablar de una muestra más de colonialismo del separatismo catalán sobre el resto de España y, en concreto, sobre el viejo Reino de Aragón, no se trata de un conflicto entre territorios como quieren hacer ver algunos. Las pinturas de Sijena fueron robadas, cuentos aparte, Y un robo sólo se repara de verdad con la devolución.

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