El sector minorista en España vive uno de sus peores momentos. Según datos de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE), en los últimos doce meses han bajado la persiana 14.041 negocios, lo que equivale a una media de 38 cierres diarios en todo el país. Sólo en julio desaparecieron 2.593 establecimientos respecto al mes anterior.
La tendencia, lejos de moderarse, amenaza con vaciar calles y barrios enteros, debilitando la economía local y rompiendo el tejido social que los comercios familiares han sostenido durante décadas. «No se trata sólo de números. Detrás de cada cierre hay proyectos de vida, redes vecinales, empleos indirectos y un modelo de ciudad que se deteriora», denuncia la secretaria general de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (Uatae), María José Landaburu.
Un deterioro que viene de lejos
El declive del comercio tradicional no es nuevo. Entre 2019 y 2024 desaparecieron cerca de 50.000 tiendas en toda España, y desde 2000 la cifra de cierres supera las 140.000, lo que supone la desaparición de más de una quinta parte del tejido comercial que existía hace 25 años. Los confinamientos y los toques de queda aceleraron el proceso, al impulsar el comercio electrónico hasta niveles récord y provocar un cambio de hábitos de consumo que ha favorecido a las grandes cadenas y a las plataformas digitales. En Madrid, los comercios de barrio se han reducido un 14% desde 2020. En Palma, calles que hace dos décadas albergaban más de un centenar de tiendas familiares hoy apenas conservan un par de ellas, sustituidas por franquicias y apartamentos turísticos.
Entre los factores que explican el cambio son fáciles de identificar los alquileres comerciales disparados en las zonas más cotizadas, las trabas a la digitalización del pequeño comercio, la liberalización horaria que beneficia a las grandes superficies, capaces de contratar a más empleados, gracias a su vez a la subida del salario mínimo, y la mezcla de peatonalización y presencia de fondos de inversión, que expulsa a los negocios tradicionales para reconvertir locales en viviendas turísticas o negocios de alta rentabilidad rápida. La tendencia deteriora la identidad de las ciudades y pueblos españoles, y homogeneiza las calles en nombre del multiculturalismo.
Más intervencionismo, mismos resultados
En los países de nuestro entorno las medidas son siempre intervencionistas: restricciones, impuestos y subvenciones. La experiencia dice que la tendencia continúa. En Francia, por ejemplo, varias ciudades han creado las llamadas «zonas de protección del comercio local», que impiden que locales históricos cambien de uso sin autorización municipal. En Italia, algunos ayuntamientos otorgan ayudas directas y bonificaciones fiscales a los negocios tradicionales que operan en centros históricos. Y en Alemania, determinadas ciudades subvencionan hasta un 50% del alquiler de locales en zonas donde el comercio familiar está en riesgo.
En España, algunas iniciativas municipales han intentado seguir este camino. Ciudades como Valencia o Bilbao han puesto en marcha planes de apoyo a la digitalización y ayudas a la modernización de escaparates. Su efecto sigue siendo limitado frente a la magnitud del problema.
El futuro es oscuro
De mantenerse la tendencia actual, España perderá en la próxima década hasta un 30% adicional de su comercio minorista, lo que supondría la desaparición de decenas de miles de tiendas más. Este escenario implicaría calles comerciales dominadas casi en exclusiva por grandes cadenas, franquicias y locales destinados al turismo, con una pérdida irreparable para la diversidad económica y cultural de los barrios.
En el plano laboral, la desaparición del comercio familiar afectará de forma directa a decenas de miles de autónomos y trabajadores, muchos de ellos sin una alternativa clara de reinserción en el mercado laboral. En lo social, las consecuencias serán menos actividad, menos interacción vecinal y un deterioro general de la seguridad y la vida en las calles. El tiempo corre en contra del pequeño comercio.