Una discreta placa en un edificio de la calle Quijote, en el madrileño barrio de Tetuán, recuerda desde esta semana que allí vivió durante casi un cuarto de siglo María Moliner (1900-1981), autora del célebre Diccionario de uso del español y una de las grandes figuras culturales del siglo XX en España. No fue sólo lexicógrafa: también fue bibliotecaria, divulgadora y una pionera que entendió que la cultura debía llegar a todos los rincones del país.
«Recordamos no sólo a la autora de un diccionario inolvidable, sino a una mujer que transformó para siempre la relación de nuestro país con la lectura, la educación y la lengua», subraya el escritor y filólogo Andrés Neuman, autor de la novela Hasta que empieza a brillar, inspirada en su figura.
Nacida en Paniza, un pequeño pueblo de Zaragoza, Moliner creció marcada por las dificultades económicas y la ausencia paterna. Vivió en varias ciudades (Madrid, Zaragoza, Murcia, Valencia) antes de instalarse de nuevo en la capital. Esa biografía nómada le dio, según Neuman, «una mirada descentralizada y permeable de la lengua, capaz de conectar con hablantes de ambos lados del Atlántico».
Bibliotecas cuando escaseaban
Antes de volcarse en su monumental diccionario, Moliner se entregó a una intensa carrera como bibliotecaria. Tras aprobar las oposiciones al Cuerpo de Archivos y Bibliotecas en los años veinte, impulsó un ambicioso plan de alfabetización durante la Segunda República. Fundó más de cien bibliotecas rurales en un país con enormes carencias educativas. El llamado Plan Moliner.
En 1937 redactó un manual, Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, que detallaba desde la disposición del mobiliario hasta qué libros resistían mejor el paso del tiempo y hasta los bombardeos. «Moliner cuidaba todo: lo semántico, lo material y lo afectivo», resume Neuman.
Un diccionario revolucionario
Durante dieciséis años escribió en el salón de su casa, entre miles de fichas y sin «un cuarto propio» al estilo de Virginia Woolf. De ese esfuerzo solitario nació el Diccionario de uso del español, con más de 80.000 entradas y una vocación heterodoxa que lo convirtió en obra de referencia en España e Iberoamérica.
A diferencia de los repertorios académicos, Moliner introdujo ejemplos vivos y familiares, alejó la lengua de la solemnidad y la acercó a la cotidianeidad. García Márquez lo describió como «mucho más completo que el de la Academia».
La exclusión de la RAE
Su derrota en la votación paraacceder a la Real Academia Española ante el filólogo Emilio Alarcos Llorach, para la que fue la primera mujer oficialmente nominada, pasó a ser uno de los episodios más comentados de su vida. Poco más tarde, en cambio, entró en la institución Carmen Conde, amiga personal de Moliner.
RAE aparte, más de medio siglo después de la publicación de su diccionario, la figura de María Moliner sigue creciendo. Fue una especie de heroína de la cultura cotidiana. Nació en un pueblo diminuto, trabajó sin cargos de poder y hoy sigue influyendo en cientos de millones de hablantes.