El Cártel de los Soles, que hoy define al régimen venezolano, no nació en las selvas de Colombia ni en las montañas de México, sino en despachos oficiales y tiene un antecedente directo: Cuba. El castrismo hizo del narcotráfico política de Estado mucho antes de que Caracas lo industrializase y perfeccionase. Fue La Habana la que enseñó a Caracas cómo transformar la droga en herramienta de poder.
El informe Cuba, precursor del Cártel de los Soles, elaborado por Cuba en Transición, muestra cómo el régimen de Fidel Castro impulsó el tráfico de drogas como vía de financiación y arma geopolítica. Durante los años setenta y ochenta, con el embargo de los Estados Unidos ahogando la economía y la ayuda soviética garantizando apenas la supervivencia, la droga apareció como un recurso tan tentador como útil.
Agencias estadounidenses documentaron cómo Cuba facilitaba la circulación de cargamentos de cocaína colombiana, haciendo de plataforma de paso hacia Norteamérica. No se trataba solo de dinero: también había un componente político. La idea de inundar de droga los barrios pobres de Estados Unidos como forma de debilitar al enemigo encajaba perfectamente en la lógica de la guerra fría del castrismo.
El sacrificio de Arnaldo Ochoa
El episodio más conocido fue el juicio y fusilamiento del general Arnaldo Ochoa en 1989. Ochoa, héroe de Angola, fue acusado de narcotráfico y corrupción. El juicio televisado sirvió de escarmiento. Pero lo esencial no estaba en la sala, sino en las sombras: era imposible que un general de su rango actuara sin el beneplácito del poder máximo.
El informe recuerda que Ochoa fue chivo expiatorio. Su ejecución permitió a Fidel y Raúl Castro lavar públicamente la imagen del régimen y presentarse como paladines de la legalidad, mientras se cerraba en falso un debate que nunca debía salir de las fronteras de la isla. El mensaje era claro: el narcotráfico estaba autorizado… siempre y cuando no comprometiera al liderazgo.
De La Habana a Caracas
Con la caída de la Unión Soviética, Cuba buscó desesperadamente nuevos aliados. La llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 abrió una ventana perfecta. A cambio de petróleo barato, la isla exportó asesores, médicos, técnicos… y también su experiencia en el manejo del narcotráfico como recurso de Estado.
El informe subraya que la arquitectura del Cártel de los Soles no es una improvisación venezolana, sino una réplica adaptada del modelo cubano: un sistema donde militares de alto rango, identificados por los soles de sus charreteras, controlan rutas, aeropuertos y cargamentos con el aval implícito del poder político. Lo que lo diferencia de otras organizaciones no es la violencia ni la corrupción —que también—, sino la fusión con el aparato estatal. En Venezuela, como antes en Cuba, el narcotráfico dejó de ser un negocio clandestino para convertirse en parte orgánica del sistema de poder.
La droga financia lealtades, enriquece a los jerarcas y garantiza la supervivencia de un régimen en ruinas económicas. Y, como ocurrió con el castrismo, se emplea como instrumento político: se tolera, se fomenta, se aprovecha, siempre bajo la protección de la impunidad oficial.
Una amenaza regional
El resultado es un narcoestado con proyección continental. Desde Cuba en los ochenta hasta la Venezuela actual, el Caribe se ha consolidado como corredor privilegiado de cocaína rumbo a los Estados Unidosy Europa. La consecuencia es un reguero de violencia en Centroamérica, inestabilidad en países vecinos y una economía criminal que penetra en instituciones débiles.
Al normalizar el narcotráfico como recurso legítimo de gobierno, se abre la puerta a que otros regímenes autoritarios lo imiten. No es descabellado pensar en un modelo cubano-venezolano de financiación ilícita exportable a otras latitudes. La reacción internacional ha sido clamorosa durante décadas: silencio cómplice. Ni el fusilamiento de Ochoa en Cuba ni las múltiples acusaciones contra Maduro y su entorno en Venezuela han tenido consecuencias reales. Washington ha emitido órdenes de captura y recompensas millonarias, pero ni la ONU ni la OEA han articulado una estrategia contundente.
La herencia incómoda
En Cuba, precursor del Cártel de los Soles recuerda que el narcotráfico en Iberoamérica no es sólo cosa de carteles privados, sino también y sobre todo de regímenes que lo convirtieron en política de Estado. Cuba abrió la senda y Venezuela la perfeccionó.
Hoy, cuando se habla de crisis humanitaria, de inmigración masiva o de violencia desbordada, rara vez se menciona el origen: la droga que financia a los regímenes y perpetúa su poder. El legado de La Habana en Caracas obliga a aceptar una verdad brutal: quienes deberían combatir el narcotráfico son, en realidad, sus mayores beneficiarios.