Adiós a La Cartuja de Sevilla: la fábrica de loza de las casas reales apaga sus hornos tras más de 180 años

Fundada en 1841 a orillas del Guadalquivir, ha decorado con sus vajillas las casas reales, los palacios y las mesas de medio mundo

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La fábrica de loza La Cartuja Pickman, uno de los nombres más ilustres de la historia industrial española, vive sus horas más amargas. Fundada en 1841 a orillas del Guadalquivir, ha decorado con sus vajillas las casas reales, los palacios y las mesas de medio mundo se enfrenta a su liquidación definitiva. La familia Zapata, propietaria de la compañía a través de Ultralta, ha solicitado al Juzgado Mercantil número 3 de Sevilla la reapertura del concurso de acreedores y su paso a fase de liquidación, después de no poder cumplir el convenio aprobado el pasado julio ni alcanzar acuerdos de pago con acreedores privilegiados como la Seguridad Social o la Agencia Tributaria.

El deterioro financiero ha resultado imparable. En septiembre, Hacienda embargó las cuentas de Ultralta por una deuda de 744.167 euros, mientras el Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) reclama otros 520.376 y la Seguridad Social cerca de un millón. Las negociaciones para aplazar pagos y ofrecer garantías hipotecarias no lograron evitar el asfixiante embargo que ha dejado a la empresa sin liquidez.

Ultralta arrastra un lastre desde 2019, cuando se vio envuelta en un concurso de acreedores por la derivación de una deuda de seis millones del anterior propietario, una decisión que acabó ante el Tribunal Supremo. Aunque el alto tribunal le dio la razón en 2023, el tiempo perdido en los juzgados, la pandemia, la crisis energética y la falta de financiación terminaron de hundir el proyecto. La empresa estudia ahora exigir responsabilidades a la Seguridad Social por lo que considera una actuación «determinante en su insolvencia».

Un símbolo

La Cartuja Pickman es mucho más que una fábrica: es una parte esencial de la identidad sevillana. Nacida del impulso visionario del comerciante inglés Charles Pickman, la factoría instaló sus hornos en el antiguo monasterio de la Cartuja, donde mezcló tradición artesanal y modernidad industrial hasta convertir su sello en sinónimo de elegancia. De sus talleres salieron vajillas que viajaron a las cortes europeas y piezas hoy expuestas en museos.

Con la liquidación de Ultralta, se apaga un proyecto que trató de revivir aquel legado. La empresa, que compró la marca en 2014, logró una victoria jurídica frente al Estado, pero no pudo sostener la presión financiera acumulada. «Ha nadado durante años para no hundirse, pero se ha ahogado en la orilla», admiten fuentes del entorno empresarial.

De la porcelana inglesa al esplendor sevillano

La historia de La Cartuja de Sevilla comienza en 1841, cuando Charles Pickman, un comerciante británico afincado en la ciudad, adquirió los restos del monasterio de Santa María de las Cuevas —abandonado tras la desamortización— para levantar allí una fábrica de loza fina al estilo inglés. El proyecto combinó el rigor técnico de Staffordshire con el gusto andaluz por el color y el detalle, dando origen a una estética propia que pronto cautivó a la nobleza y a la monarquía española.

La Reina Isabel II concedió a la firma el título de Proveedor de la Real Casa y el uso del escudo real en su marca, un privilegio que contribuyó a su prestigio dentro y fuera de España. Sus piezas participaron en las Exposiciones Universales de París, Londres o Viena, donde obtuvieron premios y consolidaron el nombre de Sevilla como referencia de la cerámica europea.

Durante el siglo XX, la fábrica resistió guerras, crisis y cambios de régimen, adaptando sus diseños a los nuevos tiempos sin perder su identidad. A finales del siglo pasado, la marca pasó por distintas manos y etapas de modernización, hasta que la pérdida de rentabilidad y la competencia internacional la condujeron a su larga decadencia.

Marcas, stocks y memoria

Sin apenas activos significativos (maquinaria y existencias valoradas en unos 100.000 euros), la compañía planea liquidar su stock mediante una venta outlet. Las marcas históricas de La Cartuja, que en otro tiempo fueron orgullo de la industria nacional, fueron vendidas en 2022 a la firma madrileña Nox Industrial por 800.000 euros, con opción de recompra en cinco años.

Las naves del monasterio, que ya no pertenecen a la empresa, son propiedad de Internacional Crane and Equipment Company, vinculada a la misma familia. La solicitud de liquidación afecta también a la comercializadora La Cartuja Distribución 1841, controlada por European Lifting Company, de los mismos accionistas.

Así se cierra —al menos por ahora— una de las páginas más longevas de la historia industrial de la ciudad. La Cartuja de Sevilla, que sobrevivió a guerras, crisis y cambios de siglo, sucumbe ante la burocracia, la deuda y la falta de crédito. Lo que fue emblema de progreso y belleza queda reducido a su recuerdo: las lozas finas que aún reposan en los aparadores familiares, testigos silenciosos de un esplendor que se resiste a desaparecer del todo.

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