Quiero abortar punto org

Dos Ministerios subvencionan esta coreografía burocrática que reduce el drama a trámite administrativo: el aborto convertido en manual IKEA

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Nada nos extraña a estas alturas. El Ministerio de Sanidad, en una de sus últimas ocurrencias, ha lanzado una nueva página web con el nombre Quiero Abortar. El objetivo de la página, con decenas de pestañas y una marea de información, es proveer a todas las mujeres que quieran abortar de «información, orientación y acompañamiento para ejercer el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo». Todo está mal en esta propuesta, todo. Desde el nombre, hasta el contenido, pasando por la propia idea, sus promotores y su financiación.

Empecemos por la etiqueta gubernamental: «Quiero Abortar». Como si el drama del aborto fuese un capricho de Amazon Prime, el Ministerio de Sanidad —junto con el de Igualdad, tanto monta, monta tanto— pretende anunciar el aborto como algo que se desea, se pide y se recibe con entrega gratuita en apenas 24 horas. Nadie en su sano juicio dice «quiero» de una tragedia. Nadie presume de querer un fracaso, una herida, un vacío. Pero el Gobierno sí: ha empaquetado su web perversa bajo un verbo entusiasta, convirtiendo esta desgracia en un derecho alegre y luminoso. Como si detrás no hubiera un drama humano irreversible: la eliminación de una vida.

La cosa empeora cuando descubrimos quiénes han elaborado la web. No médicos, no juristas, no filósofos, no. Han sido «activistas» de L’Associació. El propio portal presume de nutrirse de la «evidencia científica» y de las «principales guías profesionales internacionales», claro. El problema es que, como casi siempre en estos tiempos, la ciencia es el disfraz con el que se viste la ideología. Si el aborto fuese solo ciencia, hablaríamos de ADN, de latidos, de ecografías. Diríamos que a partir de la semana ocho de gestación el feto posee una forma humana reconocible, con brazos, piernas, orejas, párpados y todos los órganos principales. Pero como la ciencia incomoda, se sustituye por propaganda al servicio del negocio del aborto, un negocio lucrativo donde siempre ganan las clínicas y siempre pierden las mujeres.

La web (Quiero abortar punto org) incluye, además, un apartado paso a paso para acceder al aborto, con un completísimo mapa con los centros de cada comunidad autónoma. Como si se tratara de un tutorial de YouTube para montar una estantería, o de la guía de la Agencia Tributaria para hacer la declaración de la renta, dos Ministerios han sufragado con nuestros impuestos esta coreografía burocrática que reduce el drama a trámite administrativo: el aborto convertido en manual IKEA. Ni una sola palabra sobre el duelo, sobre la fractura interior, sobre el vacío. Ni rastro del trauma postaborto. Eso no vende.

Y como toda buena página de servicios, la web también te explica cómo y dónde abortar, tanto en centros públicos como privados [ahí quedan la Dator y tantas otras clínicas que cada año facturan millones]. Incluso hay un acceso directo para que el aborto te salga gratis, es decir, pagado entre todos. Esta impúdica web, además, celebra con entusiasmo que ya no exista periodo de reflexión: antes, por lo menos, se requerían 72 horas para pensar y reflexionar sobre esta intervención violenta del embarazo —que eso es una IVE—; ahora, barra libre. Es decir, que el Estado considera un lastre ese breve tiempo que podría salvar la vida de un hijo… y la vida de una madre.

La propaganda está por todas partes en esta iniciativa. La web se atreve a decir que «la mayoría de las mujeres retoman una vida normal después del aborto». Algo que es radicalmente falso. El síndrome postaborto no es un invento de fanáticos, sino una realidad clínica y psicológica más que documentada: depresión, ansiedad, culpabilidad, pesadillas, incluso conductas autodestructivas. En el plano físico, siempre se suceden hemorragias abundantes, infecciones e incluso pueden aparecer problemas de infertilidad. Todo eso, sin embargo, queda relegado en la web oficial, sustituido por la cantinela de que «todo irá bien». Una mentira que anestesia conciencias.

En la pestaña más siniestra, llamada Más de 22, se enseña directamente cómo saltarse la ley y abortar después de la semana 22 de embarazo. A esas alturas del embarazo, hablamos de un niño con casi seis meses de vida, completamente formado, con plenas posibilidades de sobrevivir fuera del vientre materno —conocemos tantos casos, ¿verdad?—. Pero no importa: el Estado te explica cómo acabar con él, con la misma frialdad con la que te indicaría cómo renovar el DNI. Y si no es posible en España, te proponen alternativas para hacerlo fuera de nuestro país. La cosa iba de querer

El engaño de esta web se hace más doloroso en la descripción de los métodos. L’Associació y sus mecenas ministeriales vienen a decirnos que el aborto quirúrgico es «poco invasivo». Nada se dice de que implica aspirar a un bebé con una cánula, o trocearlo con pinzas para extraerlo en pedazos. Apenas cuatro brochazos sobre lo cómodo y sencillo que resulta. Algo parecido pasa con el aborto farmacológico, que se presenta como un «proceso expulsivo». Es el eufemismo que estas feministas de pacotilla han encontrado para explicar la dureza de un parto inducido para dar a luz a un hijo muerto. Pero eso no es amable para el marketing abortista, así que se omite.

El delirio alcanza su culmen cuando la web se dirige a las menores de 16 años, adolescentes que no pueden beber alcohol ni jugar a la lotería pero sí abortar. Ahí queda explicado cómo conseguir el consentimiento de un tutor, y en caso de negativa, cómo ir a juicio contra sus propios padres. Sí, el Estado invita a las adolescentes, a través de esta página, a denunciar a sus padres —rehenes de sus «creencias personales o religiosas»— para poder abortar. La patria potestad sustituida por la tutela ideológica del Gobierno. El hogar convertido en obstáculo, los padres en enemigos y la fiscalía en aliada.

Todo en esta web, en fin, es una obscenidad moral: un Gobierno que, en lugar de defender a los más vulnerables, ofrece herramientas para eliminarlos; que, en lugar de acompañar a las mujeres en la dificultad, las empuja al despeñadero del aborto; que, en lugar de reconocer el derecho fundamental a la vida —base de toda sociedad libre—, lo dinamita en nombre de un progresismo que confunde deseos con derechos. La voz de los más indefensos queda aplastada por la ingente palabrería de una web que, de nuevo, presenta el drama del aborto como un trámite administrativo.

La web Quiero Abortar no es un servicio público, por mucho que las ministras ondeen esta bandera: esta página es un escaparate ideológico, una fábrica de eufemismos al servicio de un negocio millonario en el que siempre se lucran los mismos. Y es, sobre todo, la constatación de que hemos dejado de proteger lo más elemental: la vida de los inocentes. Una sociedad que no es capaz de defender a los que no pueden defenderse se convierte en lo que ya empieza a parecer España: un régimen donde la muerte de los débiles está subvencionada.

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