Pocas pistas de tenis son más famosas que la Philippe-Chatrier. Su arena oscura, como de coso bilbaíno, ha sido protagonista de grandes gestas deportivas. Son miles de aficionados al tenis los que se reúnen cada año en el Abierto de Francia y en las grandas un hombre no ha pasado desapercibido.
En medio del estruendo de las raquetas y los vítores del público en Roland Garros hay una figura que, sin empuñar una raqueta, se ha convertido en parte esencial del torneo: Joël Blanc. Este artista francés, nacido en 1946 en Toulon, ha capturado la esencia del tenis a través de sus acuarelas, convirtiéndose en un emblema del Abierto de Francia.
Un artista del instante
Su vida ha estado irremediablemente ligada al arte y a París. Joël Blanc estudió en la Escuela de Bellas Artes y en la Académie Julian de París, donde fue influenciado por artistas como Georges Mathieu y Gen Paul. Aquellos encuentros lo impulsaron a desarrollar una técnica basada en la espontaneidad y el movimiento. Durante los años 70, sus viajes y exposiciones internacionales le permitieron perfeccionar su técnica, especialmente en el dibujo en acuarela en vivo.
Pocas celebraciones parisinas aúnan tanto movimiento como el Roland Garros, claro, pero Blanc se hizo de rogar. Su fascinación por los deportes lo llevó a explorar primero el mundo ecuestre, inspirado por maestros como Rubens y Géricault. La anatomía y la potencia de los caballos se convirtieron en temas recurrentes en su obra, representados en acuarelas, esculturas de bronce y óleos.
El pintor de Roland Garros
Pronto, sin embargo, ocupó uno de los asientos de la pista parisina y de ahí no se ha movido: desde hace más de una década, Blanc ocupa un lugar especial en Roland Garros. Ubicado en la tribuna B17 del estadio Philippe-Chatrier, con su cuaderno y pinceles, captura en acuarelas la intensidad y el dinamismo de los partidos. Su presencia se ha vuelto tan característica que muchos lo consideran una tradición del torneo.
Si por los largos pasillos del Museo del Prado se ven jóvenes copistas al costado de Velázquez o Tiziano, en la grada de París es fácil encontrarse a este pintor. Blanc ha retratado a figuras icónicas del tenis, como Novak Djokovic, Rafa Nadal o Serena Williams, en muchos de esos momentos de emoción que ya han pasado a la historia. Sus obras no solo capturan la imagen, sino también la tensión y el movimiento del juego.
Más allá del tenis
La pasión de Blanc por el movimiento, sin embargo, no se limita al tenis. Durante los últimos años ha retratado diversas disciplinas deportivas, desde carreras de caballos hasta ciclismo y patinaje artístico. Su enfoque siempre ha sido el mismo: capturar la esencia del movimiento en el instante preciso. Pinceladas frenéticas, unas detrás de otras.
Además de su presencia en eventos deportivos, Blanc ha expuesto en lugares emblemáticos como el Hôtel du Golf y el Casino Barrière en Deauville, así como en el Majestic y el Martinez en Cannes durante el Festival Internacional de Cine. Este hombre, precisamente, ha logrado algo excepcional: fusionar el arte y el deporte de una manera única. Sus acuarelas no solo son obras de arte, sino también documentos vivos de momentos inolvidables en la historia del deporte.
En cada trazo, Blanc transmite la pasión, el esfuerzo y la belleza del movimiento humano. Mientras el mundo del tenis continúa evolucionando, figuras como Blanc nos recuerdan la importancia de detenernos y apreciar la belleza de cada momento. Lo esencial es bastante visible a los ojos. Por eso su arte es un testimonio de que, incluso en medio de la velocidad y la competencia, hay espacio para la contemplación y la admiración.


