El 20 de mayo de 1506 moría en Valladolid uno de los personajes más influyentes y controvertidos de la historia universal: Cristóbal Colón. Su muerte, lejos del aura de gloria que su gesta pareciera prometer, fue silenciosa, sin títulos nobiliarios definitivos ni la certeza de lo que realmente había descubierto. Hoy, más de cinco siglos después, Colón sigue navegando por las aguas agitadas de la memoria colectiva: entre héroe y villano, entre genio visionario y agente de un cataclismo para los pueblos originarios de América.
El final del Almirante
Colón murió a los 55 años, aquejado por la gota y otras enfermedades, tras haber realizado cuatro viajes al Nuevo Mundo. A pesar de sus reclamos constantes, nunca logró que se le restituyeran plenamente los privilegios pactados con los Reyes Católicos antes del primer viaje. En el momento de su muerte, Colón no sabía que había descubierto un continente desconocido para Europa; seguía convencido de haber hallado rutas hacia Asia por Occidente. La idea de «descubridor de América» se forjaría después, ya sin él para reclamarla.
Sus restos, como sus viajes, también vivieron una odisea. Originalmente enterrado en Valladolid, fueron trasladados a Sevilla, luego a Santo Domingo, más tarde a La Habana y, finalmente, nuevamente a Sevilla, donde se conservan hoy… aunque aún existen controversias sobre si están todos allí.
Una figura manoseada
El relato heroico de Colón —el marino audaz que cruzó un océano desconocido contra la opinión de su tiempo— fue durante siglos central en la narrativa del mundo moderno. Sin embargo, en las últimas décadas, su figura ha sido reexaminada con una mirada crítica. Las consecuencias de su llegada al continente americano se han visto reescritas por una narrativa indigenista, auspiciada en gran medida por la izquierda iberoamericana. Ahí quedan López Obrador y sus secuaces.
Precisamente por esta nueva narrativa oficial, en algunos puntos del continente americano Colón es símbolo de disputas sobre la historia y la identidad. Sus estatuas han sido derribadas o reubicadas; su efeméride ha cambiado de nombre en muchos países, que hoy celebran —si acaso eso puede ser celebrado— el «Día de los Pueblos Originarios» o el «Día de la Resistencia Indígena».
A 518 años de su muerte
En el aniversario de la muerte de Cristóbal Colón, es justo recordar su legado como una de las figuras más trascendentales de la historia universal. Sus descubrimientos marcaron el inicio de una nueva era, conectando de forma definitiva a Europa con América y dando origen al vasto mundo iberoamericano que hoy compartimos. Colón no solo abrió rutas marítimas, sino también culturales, llevando consigo lo mejor de España: su lengua, su fe, su espíritu de aventura y su visión de un mundo más amplio. Más allá de las controversias, su papel como puente entre continentes lo convierte en un símbolo clave de nuestra identidad común y de la proyección global de la cultura hispánica.